Si en esta Alemania hay una ruptura con su tradición futbolística, Mario Götze es la evolución definitiva. Un centrocampista elástico que respira entre los imperceptibles agujeros del rival, adicto y enamorado de la pelota. Un genio del último pase, lector ávido del fútbol y, desde ayer en el minuto 112, un nombre eterno en la memoria de la Copa del Mundo.

A Götze se le esperaba desde lejos. Producto de la cantera del Borussia Dortmund, nunca fue una promesa más: con 17 años ya había debutado en el primer equipo y al año siguiente Jürgen Klopp lo incluyó entre sus planes para toda la temporada. El genial mediapunta fue vital en la reaparición del Dortmund entre la élite alemana y europea, con dos Ligas y una final de Liga de Campeones en tres temporadas.

En medio de un sueño, dos días antes de jugar la semifinal de la Copa de Europa con el equipo para el que había jugado toda la vida, se anunció de forma abrupta su fichaje por el Bayern Múnich. Guardiola estaba enamorado del chiquillo que era alemán pero que gambeteaba como un rosarino. Klopp, resignado, dijo en su momento que «Götze quería trabajar con Guardiola». «Yo no puedo menguar quince centímetros y enseñarle el ‘tiki-taka’».

Pese a todo, su primera temporada en Múnich tuvo claros y oscuros, lo mismo que le ha sucedido en el Mundial. Titular al inicio del torneo, la sufrida victoria ante Argelia le valió tantas críticas que no solo fue sustituido al descanso, sino que no volvió a ser titular en todo el Mundial. Le sustituyó Klose, el mayor representante de la Alemania más clásica.

En su partido de vuelta a Dortmund con el Bayern, muy mal recibido por la afición que le idolatró, tampoco fue titular, y sin embargo, él fue el autor del tanto que empezó a darle la Liga al equipo de Guardiola. Mario Götze no es un goleador: el de ayer en Maracaná fue su undécimo gol en 35 partidos con Alemania. Pero su carrera parece bendecida con el oportunismo que corona a los grandes genios. A Götze le pasó lo que a Iniesta en el Soccer City: sin estar siempre, estuvieron donde más costaba.

Su ciclo con la selección alemana empezó justo al terminar el Mundial 2010, la última y definitiva vuelta de tuerca al fútbol alemán; es más que simbólico que Götze y André Schürrle, goleador y asistente en la final ante Argentina, sean los únicos jugadores en haber ganado el Mundial que nacieron en la Alemania reunificada. Son el símbolo de una potencia eterna pero de formas renovadas.






Lissette Garcia

RosasSinEspinas