Barack Obama ha renovado el compromiso de su Gobierno de contribuir a la estabilidad y la seguridad de Centroamérica, una región vital en el ajedrez de la estrategia norteamericana y que ahora atraviesa por una etapa de gran incertidumbre por culpa de la violencia y el narcotráfico.
En su visita a San José de Costa Rica, donde en la tarde del viernes se entrevistó con la presidenta de ese país, Laura Chinchilla, y más tarde tenía previsto reunirse con los líderes de Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice y la República Dominicana, Obama insistió en que va a colaborar en el desarrollo y la pacificación de este área.
La sola presencia de Obama en este pequeño país -aunque con algunas gestas memorables en su historial, como la abolición del Ejército-, para conversar con los presidentes de otras seis pequeñas naciones que apenas representan unas décimas del Producto Interior Bruto mundial, es una prueba de que Centroamérica tiene un valor especial.
Siempre lo ha tenido para EE UU. Cuatro de esos países han sido invadidos por tropas norteamericanas alguna vez en su historia. En los demás, ha habido de forma casi constante asesores militares. Uno de ellos, Panamá, fue creado artificialmente con el único objeto de construir un canal que cambió el mapa del mundo a principios del siglo XX. Precisamente, la necesidad creciente de un segundo canal en la región acrecienta el valor estratégico que ésta siempre ha tenido.
En los años setenta y ochenta la importancia de Centroamérica estaba relacionada con su función de muro ante el comunismo. EE UU dedicó todos sus esfuerzos a contener las guerrillas izquierdistas en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, aún al precio de apoyar crueles y corruptas dictaduras.
Hoy la amenaza a la estabilidad de la región es el narcotráfico y la violencia que genera. Honduras está considerado el país más peligroso del mundo, y El Salvador y Guatemala no le quedan a la zaga. El narcotráfico favorece la corrupción, y la violencia impide el desarrollo, lo que deja a Centroamérica como la hermana pobre de América Latina en este momento de expansión en todo el continente.
Obama ha prometido luchar contra eso. “Cuanto más fuerte sean la economía y las instituciones, más débil será el narcotráfico”, dijo en su rueda de prensa con Laura Chinchilla. “En una situación de violencia es muy difícil desarrollarse, pero los efectos del narcotráfico son peores cuando los países son pobres”, añadió.
Así pues, la receta que se pretende es la de acelerar el desarrollo mientras se elimina la violencia de forma prudente. Como recordó la presidenta Chinchilla, “Costa Rica no puede permitirse un escenario de guerra para combatir el narcotráfico”. Algo similar podrían repetir el resto de sus colegas centroamericanos.
En todo caso, la presencia de Obama en San José sirve para constatar que EE UU no se olvida de Centroamérica, y que, para bien o para mal, está interesado en sus problemas y en su futuro.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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