Las cifras no dejan lugar a dudas. La represión del régimen de Bachar el Asad ha echado de sus casas a cientos de miles de sirios. La agencia de Naciones Unidas que atiende a los refugiados (ACNUR) estima —y solo estima porque el trabajo dentro del país no es fácil— que más de 200.000 personas han dejado su hogar, pero no el país, para evitar la violencia. Son los desplazados internos sirios. ACNUR calcula que otros casi 35.000 sí han cruzado la frontera hacia los vecinos Líbano, Turquía y Jordania. ¿Muchos? “No hay avalancha”, señala la portavoz en España de ACNUR, María Jesús Vega. “La gente se resiste a irse”.
Pero se van. Y cada día a un ritmo más acelerado. Según el portavoz de Exteriores del Gobierno turco, Selcuk Unal, solo en 24 horas —entre este miércoles y este jueves— un millar de sirios alcanzaron su territorio. Huían de Idlib, provincia noroccidental que, precisamente durante esas 24 horas, el régimen había proclamado bajo su control. “Las llegadas de ciudadanos sirios han crecido mucho en los últimos días”, alerta desde Ankara, capital turca, el portavoz de la agencia de la ONU Metin Corobatir. ACNUR apoya de forma técnica a las autoridades de Ankara, pero son estas las que controlan los ocho campos entre los que se reparten los alrededor de 15.000 sirios que han llegado a la provincia de Hatay desde abril.
Pese a que no hay conflictos iguales, nada tiene que ver la cifra de refugiados sirios alcanzada a un año del estallido del alzamiento en Deraa con la que reventó, por ejemplo, en plena guerra libia y que rozó el millón de ciudadanos huidos. O con los alrededor de 100.000 congoleños que desde noviembre han abandonado el este del país africano, sumido en una guerra sin freno entre el Ejército y los rebeldes.
La grieta abierta en Turquía, no obstante, hace prever una oleada mayor de refugiados durante el segundo año de revuelta. El Ejecutivo de Ankara se está preparando para una llegada masiva. Según las estimaciones del Gobierno, el número de sirios que cruzarían la frontera podría alcanzar los 50.000, el doble de la capacidad que tienen los campos de Hatay. Para los otros 25.000, las autoridades turcas preparan ya alojamientos en Kilis, Sanliurfa y Gaziantep.
La frontera turca se lleva la palma, aunque por poco. Según los datos de la ONU, Líbano ha recibido más de 12.000 refugiados, muchos de ellos de la castigada Homs; mientras que Jordania, más incómoda para los recién llegados, que tienen que cumplir con interrogatorios tras cruzar la aduana, ha acogido ya a unas 7.000 personas.
Donde no hay medias tintas es en el número de sirios que han escapado a los combates para esconderse todavía dentro de su país. De los más de 200.000 desplazados, ACNUR calcula que la mayoría han buscado cobijo en los alrededores de Homs, Hama, Deir al Zor, Damasco e Idlib. “Muchos ni siquiera se han registrado por miedo a las delaciones”, apunta Vega. “Nos transmiten miedo”. A diferencia de otras crisis como la de Colombia o el propio Congo, la labor humanitaria resulta en Siria más difícil porque es el propio Gobierno el que provoca el flujo de desplazados, sin reconocer además la gravedad de la situación.
Sí la reconoció cuando el vecino Irak saltó por los aires en 2003 y cientos de miles de personas cruzaron hacia el oeste. Unos 110.000 permanecen aún en Siria bajo el sello de refugiado. Pero ahora se lo piensan. Más de un millar regresaron a Irak en 2011, el doble que el año anterior. Su drama ya es doble.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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