La guerra civil que desangra Siria desde hace dos años y medio ha dado el salto, definitivamente, a Líbano, donde la lucha sectaria entre Hezbolá, la milicia chií afín al régimen de Damasco, y los opositores al régimen de Bachar el Asad, suníes, es abierta y diaria. La tarde del jueves, al menos 22 personas murieron en el sur de la capital, Beirut, tras la explosión de un coche bomba. Hay al menos 120 heridos, según confirma la Cruz Roja local. El lugar, el barrio de Dahiyeh, es un bastión del partido-milicia de Hasan Nasralá.
El Ministerio del Interior libanés reconoció a las pocas horas que iba a elevar el nivel de vigilancia en las grandes ciudades por temor a nuevos atentados y choques directos entre los dos bandos. Siria era la cerilla que necesitaba Líbano, ya de por sí dividido en facciones religiosas con décadas de guerra a sus espaldas, siempre un terreno empapado en alcohol.
La tensión se había contenido relativamente al inicio de la crisis siria. Había enfrentamientos en la frontera, al norte, donde los libaneses acogían a los primeros refugiados o a combatientes anti-Asad. Se producían fuego cruzado, asaltos, apuñalamientos. Desde primavera, la escala de la violencia ha ido subiendo. En parte, el motivo es el reconocimiento abierto que Nasralá hizo de la participación de los suyos en la contienda siria. “Luchamos por nuestra supervivencia”, declaró. El Asad pertenece a la minoría alauí, una rama del Islam chií, y por eso Hezbolá se declara su “amigo verdadero”.
El Ejército Libre de Siria (ELS), el brazo armado más destacado de la disidencia siria, ha enviado en las últimas semanas varias amenazas a Hezbolá, prometiéndole que “pagará” su apoyo en efectivos y medios a Damasco. Por ejemplo, la milicia libanesa ayudó notablemente en la reconquista de Qusair, donde se dejó mil efectivos muertos.
En junio, cumpliendo dicha amenaza, ya se produjeron lanzamientos de proyectiles desde suelo sirio a las provincias orientales de Hermel y Baalbek, donde vive un importante número de simpatizantes de Hezbolá. Los disparos a un lado y otro del valle de la Bekaa ya no son extraños.
Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el brazo ejecutor del ELS que salta a Líbano. El atentado de este jueves fue reivindicado por las Brigadas de Aisha, un grupo desconocido de origen suní que emitió un vídeo por Internet que no ha podido ser verificado, informa Reuters. Hezbolá dijo que el ataque servía “a los intereses sionistas”, una hipótesis que también maneja el Gobierno de Beirut, según declaró el ministro del Interior, Maruán Charbel. "Podría haber sido una represalia israelí por la operación de Labouneh", dijo Charbel, en referencia a las explosiones que la semana pasada dejaron cuatro soldados israelíes en el sur de Líbano.
La televisión LBC confirma que el barrio donde se produjo la explosión llevaba un mes siendo especialmente vigilado por las patrullas de Nasralá, desde que la explosión de otro coche bomba causara 50 heridos. Aún no se sabe si algún militante chií en particular era el objetivo del ataque ni si murió en él. La zona, además de albergar un centro de reunión de Hezbolá, estaba rodeada de cinco bloques residenciales que quedaron afectados. Había entre 60 y 80 kilos de explosivo.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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