Egipto ha despertado este miércoles con aire festivo y espíritu revolucionario. Nadie se acuerda del Día de la Policía que solía celebrarse cada 25 de enero los últimos 40 años, ahora esa fecha ha quedado para siempre ligada al alzamiento popular que dio con los huesos de uno de los dictadores más asentados y respaldados por Occidente, en la cárcel. En 18 días. Decenas de miles de personas han vuelto a la plaza de Tahrir, que fue el centro de las principales protestas aquellas dos semanas y media, para la celebración.
La jornada se espera tranquila. Los militares han previsto fastos encaminados a conmemorar una revolución que, si bien no iniciaron, ni respaldaron, les ha beneficiado. Desde la caída de Mubarak el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas controla el Gobierno, lo que ha causado fricciones con parte de la sociedad que exige un relevo de poder con el traspaso de la autoridad a un gobierno civil. Sus protestas han sido reprimidas con violencia dejando en los últimos 6 meses casi 100 muertos y 2.000 heridos. La sociedad civil, por su parte han convocado once manifestaciones en distintos puntos de la capital con tres consignas: la cesión del poder, la excarcelación de los activistas detenidos y el fin de los juicios militares a civiles (casi 14.000 en el último año) y respaldar al nuevo Parlamento electo.
El mariscal Mohamed Hussein Tantaui, que lidera la Junta militar, ha intentado la última semana complacer a los egipcios con algunos golpes de efecto encaminados a ganarse a la opinión pública y aplacar las previsibles protestas. El pasado fin de semana anunciaba la excarcelación de 1.950 presos que habían sido juzgados en tribunales militares entre lo que se encontraba el bloguero Maikel Nabil, que había sido condenado a tres años de cárcel por insultar al Ejército. El lunes, tras la primera sesión del Parlamento de la democracia, que ha sido elegido el último mes, Tantaui envió una carta en la que entregaba a la Cámara el poder legislativo que había ostentado hasta entonces.
El mariscal sacó ayer el último conejo de la chistera, anunciando que a partir de hoy retiraría la Ley de Emergencia que ha estado vigente en Egipto los últimos 30 años ininterrumpidamente, aunque en realidad fue promulgada en 1967 y sólo se ha suspendido durante el periodo de año y medio previo al asesinato de Sadat en 1981. Pero el perrito faldero de Mubarak, como se le definía en los cables de Wikileaks, aún guarda un as en la manga, al haber manifestado que podrá emplearse dicha norma excepcional para los delitos de baltagueya (matonismo), algo que ya ha permitido en los últimos meses que cualquier manifestante, activista o ciudadano fuera detenido sin explicaciones y sin la menor garantía de derechos.
Sin embargo, hoy todos tienen en la mente un día de celebración. Sherif Nevin, un exmiembro de la campaña presidencial de Mohamed el Baradei (que abandonó la carrera hace unos días), manifestaba su necesidad de acudir hoy a la plaza. “No sé si pasaré mucho tiempo allí, tal vez sólo cinco minutos, porque sé que los militares se van a adueñar de nuestra celebración con sus desfiles y aviones. Pero tengo la necesidad de pisarla al menos para no olvidar nunca por lo que luchamos”, apuntaba Nevin.
Como él, muchos han decidido acudir lo más tarde posible a Tahrir, cuando previsiblemente hayan finalizado las celebraciones institucionales. Otros, sin embargo, se animaban en las redes sociales a acudir cuanto antes a los puntos de encuentro de las marchas más cercanas a la plaza, como Mohamed Mahmud, donde se alza un muro de hormigón levantado por los militares en noviembre. Los graffitis que les recordaban, así como a los muchos jóvenes que perdieron sus ojos por impactos de balas de goma usados en la represión de la protesta de aquellos días, fueron cubiertos con pintura, por lo que hoy muchos artistas callejeros planean volver a cubrirlos con pinturas conmemorativas.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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