Si no fuera porque sus consecuencias son dramáticas, la vida política en Washington merecería que empezase a ser tratada como una mala comedia. De nuevo -por tercera vez en un año- el Gobierno federal se veía amenazado de cierre por un conflicto presupuestario con el Tea Party como telón de fondo. De nuevo demócratas y republicanos en el Congreso estaban forzados a llegar urgentemente a un acuerdo para financiar los servicios públicos, que se quedarían sin dinero y tendrían que suspender sus actividades si no se llegaba a un arreglo esta misma semana. El acuerdo llegó, finalmente, la madrugada del martes.
El Senado, de mayoría demócrata, aprobó con 79 votos a favor y 12 en contra el proyecto de ley acordado entre demócratas y republicanos, que asegura la financiación del Gobierno durante seis semanas, hasta el 18 de noviembre, informa Efe.
El fondo del problema es que Estados Unidos se ha hecho ingobernable desde que los republicanos ganaron las elecciones legislativas de 2010 y obtuvieron el control de la Cámara de Representantes con la ayuda imprescindible de un grupo poderoso de legisladores del Tea Party que ha decidido ser consecuente hasta el suicidio con sus programas radicales.
En estas condiciones, el Gobierno es incapaz de sacar adelante un presupuesto anual, y cada vez que llega la fecha de las autorizaciones parciales del gasto del Estado se tiene que enfrentar a las condiciones draconianas que exige el Tea Party en el Congreso. Ya ocurrió así en abril para que el Gobierno pudiera seguir funcionando hasta octubre, y ocurrió, aún más estruendosamente, este verano, para que fuera posible elevar el techo de endeudamiento.
Ahora el Gobierno volvía a necesitar dinero y el chantaje se repetía. Finalmente se ha logrado aprobar una extensión hasta el 18 de noviembre, con la esperanza de que para entonces, acuciados por una comisión parlamentaria bipartidista que tiene poderes ejecutivos, se consiga un acuerdo definitivo sobre un presupuesto anual.
En esta ocasión, la pelea tenía que ver con el dinero que el Gobierno dedica a ayudar a las víctimas de las catástrofes naturales. Este es un país en el que no hay mes que no se registre alguna tragedia causada por la naturaleza en algún rincón de su extensa y variada geografía. Los huracanes, los tornados y las tormentas catastróficas son tan habituales en ciertas áreas como las sequías o los terremotos lo son en otras, con el consiguiente resultado de inundaciones, destrucción de casas y de cosechas. La FEMA, la agencia que se dedica a socorrer a las víctimas, gasta actualmente entre 30 y 40 millones de dólares solamente en asistencia a los afectados por el reciente huracán Irene, que asoló este verano la Costa Este del país.
A los congresistas del Tea Party no les gusta mucho eso de gastar dinero público, ni en socorrer a víctimas ni en nada. Y, aprovechando que se debía ahora extender el cheque del Gobierno, impusieron como condición para hacerlo cargarse el presupuesto de FEMA, que ellos consideran otra institución burocrática que solo sirve para alimentar a funcionarios indolentes.
Ante la presión de los propios dirigentes republicanos, el Tea Party accedió a dejar el gasto de ayuda a los desastres naturales en 3.500 millones de dólares, pero a cambio de sacar esa cantidad de la reducción de otros programas de protección del medio ambiente, como los incentivos a la producción de vehículos de bajo consumo o a la energía solar.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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