La ciudad de Sirte, último bastión del dictador libio, Muamar el Gadafi, es el nuevo objetivo de los rebeldes y de sus aliados occidentales. El ministro de Defensa británico, Liam Fox, ha confirmado que varios aviones Tornado han disparado misiles contra un búnker donde podría esconderse el dictador. "No se trata de encontrar a Gadafi, sino de asegurarse de que el régimen no pueda seguir luchando contra su propio pueblo", ha explicado el ministro a la BBC. Mientras, los rebeldes avanzan por carretera para combatir a los leales al dictador en Sirte. Los leales al autócrata, por su parte, han bombardeado el aeropuerto de Trípoli, según la cadena panárabe Al Arabiya. En la capital libia son frecuentes los cortes de electricidad y hace al menos seis horas que no hay agua corriente.
Los rebeldes libios en Trípoli tratan de mantener la presión sobre las fuerzas gadafistas, solo organizadas aparentemente al sur de la capital, y han logrado unir sus esfuerzos con los combatientes del frente occidental de Misrata mientras intentan llegar hasta Sirte. Estos intensos combates por dar caza a Muamar el Gadafi, en paradero desconocido, se suceden mientras empiezan a aflorar las escenas de matanzas y ejecuciones en la capital libia.
La agencia Reuters informaba ayer de que los cuerpos de 30 hombres fueron hallados con evidentes señales de haber sido ejecutados sumariamente por los rebeldes. Al menos un par de ellos -también grabados por el equipo de TV3- estaban maniatados. No es difícil toparse, como se veía ayer en el bastión del dictador en Bab el Azizia, totalmente bajo control de los rebeldes, con el cuerpo de algún fiel a Gadafi pudriéndose a pleno sol. Días atrás, el presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustafá Abdel Yalil, amenazó con dimitir si no se ponía freno a esos desmanes. Parece que no hay modo.
Las palizas y golpes a los detenidos gadafistas son moneda corriente. El odio y el ánimo de revancha contra los soldados o mercenarios del tirano superan con creces en muchos rebeldes cualquier sentimiento benigno. No se esconden aunque sean filmados por las cámaras. Se lanzan sobre el supuesto enemigo para atizarle. Pero eso puede ser un arma de doble filo. Porque los leales al dictador, que están demostrando no ser una simple banda, y todavía numerosos en varias zonas de Libia, se lo pueden pensar dos veces antes de rendirse.
Los combates de las últimas horas están teniendo lugar en torno al aeródromo de la capital libia donde la guarnición, no se sabe si comandada por Hamis, el hijo al que Gadafi encomendó sofocar la rebelión armada, sigue al frente de las tropas leales a su padre. El aeropuerto tripolitano ha sido bombardeado hoy por los gadafistas, dañando un avión. Uno de los milicianos, natural de Garián, 100 kilómetros al sur de Trípoli, admitió ayer que en esa zona han encontrado una resistencia encarnizada, y que los leales al tirano lograron detener el avance insurgente.
Al Yazira informó, además, que los cuarteles de los servicios de inteligencia de Gadafi están controlados por rebeldes. Un edificio al que era llevado todo aquel que se oponía a Gadafi y que contiene documentos que podrían arrojar luz sobre uno de los regímenes más opacos.
A la capital ha llegado un pequeño grupo de representantes del Consejo Nacional Transitorio (CNT), la máxima autoridad rebelde que ya había anunciado su intención de trasladarse a Trípoli tras la entrada de los insurgentes. El CNT ya ha sido reconocido oficialmente por 20 de los 54 miembros de la Unión Africana, según Reuters.
Pero el autócrata no capitula. A media tarde de ayer, se dirigió a través de una televisión local a las tribus del país para que marcharan hacia la capital. "No teman a los infieles. Liberen Trípoli. Que salga toda la gente y avancen hacia Trípoli. Luchen calle por calle y combatan. Avancen desde todos los lugares hacia el enemigo. Mátenlos y arréstenlos. Ustedes son la mayoría aplastante. Hay que purificar Trípoli de los rebeldes" apremió Gadafi. Sin embargo, es muy improbable que suceda.
A la caza de Gadafi
Las potentes explosiones se escuchan cada día más lejos del centro de Trípoli. Comentaba un joven rebelde la noche del miércoles que ayer emprenderían un asalto contra el populoso barrio de Abu Salim, donde los sublevados libios creen que se hallaban Muamar el Gadafi y su hijo, Saif al Islam. Y a partir del amanecer, y mucho más por la tarde, el intercambio de proyectiles fue intenso como nunca en estas seis jornadas de la batalla de Trípoli. Los milicianos que persiguen al tirano imprimieron un ritmo feroz a su ofensiva y disfrutan del inestimable apoyo -"Gracias, OTAN", gritan alzando los brazos al cielo muchos ciudadanos- de la Alianza Atlántica.
La OTAN coopera con los rebeldes libios en la búsqueda del sátrapa y de otros miembros del régimen a través de "servicios secretos y herramientas de reconocimiento", según aseguró ayer por la mañana el ministro de Defensa británico, Liam Fox, en una entrevista en
la cadena británica Sky News.Se combatió en el centro de la capital -especialmente en torno al hotel Corintia- durante un rato por la mañana, pero la guerra con armamento pesado se centró ayer en el barrio de Abu Salim. A la 1.30 de la tarde, a las puertas de ese distrito, los milicianos se movían nerviosos y apuntaban a los vehículos para hacerlos retroceder. Se libraba una batalla que consideraban decisiva porque estaban convencidos de que Gadafi se escondía en un bloque de edificios del barrio, lugar en el que se ubica la infausta prisión en la que fueron asesinados en junio de 1996 más de 1.200 presos, en su mayoría disidentes políticos, muchos de ellos de Bengasi, cuna de la rebelión nacida en marzo.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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