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La necesidad de Portugal de ayuda financiera sorprendió a pocos en un país donde las señales de estancamiento económico han sido visibles por años y los políticos vistos en su mayoría como parte del problema.
Alenquer, ubicado entre montañas cubiertas de viñas 40 kilómetros al norte de Lisboa, es el ejemplo perfecto: a un extremo de la ciudad se encuentran las ruinas de una fábrica textil y al otro hay una construcción sin terminar.
La fábrica, cerrada 15 años atrás, es un recordatorio de cómo las tradicionales industrias lusas fueron sobrepasadas por los mercados cuando llegaron los bienes a menor precio desde otras partes del mundo, especialmente China.
Pero los departamentos vacíos ilustran una historia más común de cómo regiones completas se han deprimido, las promesas de políticos de un impulso mediante inversión pública en grandes proyectos de infraestructura atraen a los desarrolladores, pero sólo hasta que el dinero se acaba.
El proyecto de un nuevo aeropuerto internacional cerca de Alenquer fue abandonado, dejando a su población de unos 30.000 habitantes desilusionados por el tiempo perdido y sin un plan para el futuro.
La situación se asemeja a lo que se ve a nivel nacional en el tercer país de la zona euro que buscó ayuda financiera, después de Grecia e Irlanda, en el que el desempleo se encuentra en el 11,1 por ciento, un máximo de tres décadas.
El Gobierno interino pronostica que la economía se contraerá un 0,9 por ciento este año, su segunda recesión en tres años. También recortó los salarios y elevó los impuestos en todos los sectores.
"Es difícil entender cómo llegamos a una situación como esta", dijo Avelino Antonio, de 63 años, mientras cocinaba pescado en su restaurante para 45 comensales en Alenquer. "(El primer ministro José) Sócrates puede tener mucha culpa, pero también quienes estuvieron antes que él", indicó.
Manuel Guerra, un médico de 55 años de un hospital público de la ciudad, es más directo.
"Las máquinas políticas de partidos asumieron el poder mucho tiempo atrás, pensando en sí mismos y no en el bien del país", sostuvo.
Los portugueses temen cada vez más al futuro, a la luz de reportes provenientes de Grecia e Irlanda sobre más medidas de austeridad y privaciones luego de que Bruselas y el FMI le concedieran rescates a Dublín y Atenas el año pasado.
"Las personas están aterradas por lo que podría pasar con sus vidas", indicó la politóloga Marina Costa Lobo.
El mes pasado, el Gobierno colapsó debido al rechazo de un plan de austeridad. Ello desencadenó una serie de eventos que llevaron a la petición esta semana de un rescate que el Gobierno socialista intentó por durante meses.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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