El precio del crudo, primera víctima del ataque antes de que se produzca

La verdad suele ser la primera víctima de una guerra. Si finalmente hay ataque occidental en Siria, la segunda ya es el precio del petróleo. Los niveles del crudo alcanzaron ayer sus niveles máximos en seis meses tras confirmarse la decisión norteamericana de bombardear objetivos sirios. Sobre el papel, el volumen de producción de petróleo en Siria es casi irrelevante. Antes de las sanciones, aplicadas a finales de 2011, el régimen de Damasco producía 370.000 barriles al día –un 0,4 por ciento de la producción mundial-, de los que sólo 150.000 se destinaban a la importación. Tras la entrada en vigor de las sanciones, la actual producción se estima en 50.000 barriles diarios. La incorporación en la guerra de Estados Unidos y de Europa tendrá, en cambio, profundas implicaciones para la geoestrategia de las grandes potencias petroleras. Rusia e Irán, principales apoyos del régimen de Assad y grandes exportadores, perderán influencia en los foros internacionales. Los analistas señalan que aumentará la presión sobre el programa nuclear de Teherán, y el millón de barriles diarios de petróleo que hoy es capaz de exportar vía Turquía y Asia corre peligro. El deterioro de la situación del régimen pro-chií de Damasco influirá también en el conflicto sectario de Irak, otro de los grandes exportadores mundiales de crudo. El gobierno de Bagdad -de mayoría chií- apoya a Assad, mientras que los insurgentes suníes iraquíes respaldan a los rebeldes sirios. Más allá de los eventuales vaivenes del precio del petróleo, la entrada en la guerra siria de EE.UU. en favor de uno de los bandos impactará en la dilatada rivalidad entre las dos grandes corrientes del islam, la mayoritaria suní y la minoritaria chií. Con su respaldo bélico a los rebeldes sirios, Washington será aplaudido por los regímenes suníes -en particular Arabia Saudí y Turquía- y satanizado por los gobiernos y poblaciones de Irán e Irak, entre otros. Lissette Garcia RosasSinEspinas