Serbia está consternada por un sordido caso de tráfico de bebés, mientras el Tribunal Europeo de Derechos Humanos exige al gobierno de Belgrado que esclarezca un escándalo cuyos orígenes se remontan a la época de la Yugoslavia comunista.
Para miles de padres angustiados, el veredicto de la Corte representa un punto de esperanza.
Numerosos testimonios recogidos desde que estallase el escándalo, a comienzos de la década de 2000, apuntan al mismo escenario: autoridades hospitalarias que anuncian a los padres que su hijo ha muerto al nacer, sin mostrarles el cuerpo, y que les advierten que ellas se ocuparan de enterrarlo. Cuando posteriormente se procede a la exhumación en los cementerios, no hay ninguna traza de niños enterrados.
Solamente en Belgrado, unos 2.000 padres pidieron en su momento poder verificar si sus bebés fueron enterrados, y obtuvieron una respiesta negativa.
Varios padres -algunos con casos denunciados a finales de los años setenta- se han organizado para presionar al gobierno serbio con objeto de que lleve a cabo una investigación sobre esa presunta red criminal de tráfico de bebés.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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