Resultaría cómico, si no fuera por su gravedad. Osama Bin Laden utilizaba un sombrero de cowboy para no ser reconocido y en una ocasión hasta le paró la policía paquistaní por exceso de velocidad. Son algunos de los detalles que recoge la investigación oficial paquistaní de la operación estadounidense que acabó con la vida del que fuera el terrorista más buscado del mundo, el 2 de mayo de 2011. El informe, filtrado a la cadena árabe Al Yazira y del que se hace eco toda la prensa de Pakistán, denuncia la actuación ilegal de Estados Unidos, pero sólo detecta incompetencia por parte paquistaní.
“Estados Unidos actuó como un matón”, asegura el texto de la llamada Comisión Abbottabad, por la ciudad en la que el espionaje estadounidense localizó y mató a Bin Laden, al que se refiere por sus iniciales, OBL.
El grupo, constituido por tres civiles y un militar bajo la presidencia del juez Javed Iqbal, se formó apenas un mes después de aquella actuación que provocó la indignación de los paquistaníes. El sentimiento de humillación por la violación flagrante de su soberanía y la puesta en evidencia de sus fuerzas de seguridad también dañó las relaciones bilaterales entre Islamabad y Washington. Para su trabajo han entrevistado a dos centenares de personas, entre ellas algunos familiares de Bin Laden y diversos funcionarios.
La investigación, que aún no se ha publicado oficialmente, atribuye que el terrorista no fuera detectado durante una década a la incompetencia generalizada en todos los niveles del aparato de seguridad de Pakistán. Quizá el ejemplo más llamativo sea el testimonio de Maryam, la esposa de uno de los colaboradores más cercanos de Bin Laden, sobre una ocasión en la que un policía paró el coche en el iban al bazar en Swat “por exceso de velocidad”. Aparentemente, el agente no le reconoció porque, según el relato, el marido de Maryam “arregló el asunto con el agente y pudieron seguir”.
El informe también acusa a la seguridad paquistaní de no haberse percatado de la operación que preparaba EEUU.
“En lo que respecta a la red de la CIA, hubo negligencia e incompetencia”, asegura el informe. “Aunque algún grado de connivencia dentro o fuera del Gobierno no puede descartarse del todo, tampoco se puede identificar a un individuo como culpable de connivencia”.
Pero a pesar de sus graves críticas contra las instituciones responsables, sólo les pide que “se disculpen ante el país por su negligencia”. El texto asegura que “no sería realista sugerir que se las penalice”. Significativamente, evita mencionar a qué instituciones se refiere “porque es obvio”.
Parece claro que se trata de los poderosos servicios secretos militares, el ISI (Inter Services Intelligence), sin cuya protección, oficial o extraoficial, pocos creen que el fundador de Al Qaeda hubiera podido pasar desapercibido en un país donde cualquier extraño llama enseguida la atención. Y sin embargo, de la información recabada por la Comisión se desprende que el terrorista llegó a Pakistán en 2002, cuando los bombardeos estadounidenses le perseguían en las montañas en Tora Bora, y tras peregrinar por las zonas tribales, pasó dos años en Haripur, una localidad a apenas 65 kilómetros de Islamabad, antes de instalarse en Abbottabad, un poco más al norte, en agosto de 2005.
“OBL minimizó con éxito cualquier huella de su presencia. Su mínimo grupo de apoyo se mezclaba con facilidad en la comunidad que le rodeaba. Sus esposas, hijos y nietos rara vez salían de los lugares donde vivían. Nadie les visitaba, ni siquiera miembros de confianza de Al Qaeda”, afirma el informe.
A lo largo de sus 337 páginas, también refleja un hombre preocupado y un tanto paranoico ante la posibilidad de que le pillaran. De ahí que sus esposas hayan contado a los investigadores que usaba un gorro de cowboy cuando se paseaba por el recinto de la casa de Abbottabad para evitar que le detectaran desde el cielo. O que cuando se encontraba enfermo recurriera a los remedios tradicionales y no corriera riesgos llamando al médico del pueblo. Después de todo, le valía con una manzana y un poco de chocolate para levantar el ánimo cuando se sentía perezoso.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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