Miguel Ángel Treviño Morales, conocido como el Z-40, actual líder de Los Zetas, el cartel más sanguinario de los últimos tiempos, fue capturado este lunes por la Marina mexicana en Nuevo Laredo, ciudad del Estado de Tamaulipas fronteriza con Estados Unidos. Su detención es el primer gran éxito del Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto contra el narcotráfico en un momento en el que cundían las dudas sobre la eficacia de su nueva estrategia de seguridad. Supone también un golpe tal vez definitivo contra este grupo de narcotraficantes, muy deteriorado desde la muerte de su anterior jefe Heriberto Lazcano Lazcano en Progreso (Coahuila) en octubre del año pasado.
Treviño viajaba en un todoterreno con otras dos personas que también fueron arrestadas. En el coche llevaban ocho armas largas y dos millones de dólares en efectivo. Según la información de la Secretaría de Gobernación (el Ministerio del Interior mexicano), se usó un helicóptero para detener el vehículo y no fue necesario disparar un solo tiro.
El Z-40, también apodado La Mona o El Muerto, nació en 1973 en Nuevo Laredo, bastión de los Zetas desde hace más de una década. Pertenece a una familia de 13 hermanos, de los cuales al menos seis han estado involucrados en el crimen organizado. Escaló hasta la cima del poder del hampa gracias a labrarse una reputación de violencia y sadismo y se hizo el amo y señor del grupo tras la muerte de Heriberto Lazcano, El Lazca. La Secretaría de Gobernación acusa al Z-40, entre otras cosas, del secuestro y asesinato de 265 migrantes en San Fernando (Tamaulipas).
Su larga carrera criminal comenzó siendo adolescente y se desarrolló en parte en Dallas (Texas). Se unió a Los Zetas poco después de la formación de este cartel por un grupo de desertores de las fuerzas especiales del Ejército mexicano a finales de los años 90 como brazo armado del Cartel del Golfo, alianza que se rompería en 2010.
Miguel Ángel Treviño era uno de los pocos jefes de los Zetas sin experiencia militar y desde 2005 se convirtió en el amo de la plaza de Nuevo Laredo. Como tantos capos tenía gustos caros como los coches de carreras, los caballos o los animales salvajes que se hacía traer de África. Pero su marca era la brutalidad y la saña con la que eliminaba a sus enemigos, desmembrándolos y quemándolos vivos. La agencia antidrogas de EE UU (DEA, en sus siglas en inglés) ofrecía cinco millones de dólares por su captura.
La ruptura entre el cartel del Golfo y los Zetas ensangrentó en los últimos años el noreste de México. La victoria de estos últimos le llevó a disputar al cartel de Sinaloa, que dirige Joaquín el Chapo Guzmán, las plazas del tráfico de drogas en la frontera con Estados Unidos. La orgía de violencia se complicó aún más cuando en 2011 los propios Zetas entraron en guerra civil al romperse la relación entre el Lazca y el Z-40, quien fue acusado de traidor y llegó a ser conocido como El Judas por sus rivales del hampa. Al final, Miguel Ángel Treviño se hizo con el control de los Zetas tras la liquidación de sus enemigos. Algunos investigadores cifran en 14 los jefes muertos durante el cisma del grupo.
Pese a su violencia, basada por una parte en métodos militares de ocupación del territorio y por otra en la creación de franquicias criminales a su servicio, los Zetas, según algunos analistas, no lograron nunca disputarle realmente la supremacía al cartel de Sinaloa en el tráfico de drogas. Eso les llevó, aducen, a dedicarse a otros delitos como el tráfico de personas, el secuestro, la extorsión e incluso el robo de petróleo.
La detención del Z-40 este lunes contrasta también con los golpes al narcotráfico del sexenio anterior. Durante la presidencia de Felipe Calderón los cabecillas eran abatidos en un baño de sangre. Así ocurrió con Arturo Beltrán Leyva, líder del cartel que lleva sus apellidos, quien murió en medio de una refriega con miembros de la Secretaría de la Marina Armada, en Cuernavaca en un asalto a toda metralla en un condominio residencial en la capital de Morelos, el 16 de diciembre de 2009.
Meses después, el 29 de julio de 2009, en la zona metropolitana de Guadalajara murió Ignacio “Nacho” Coronel, uno de los principales líderes del cártel de Sinaloa, a manos de soldados que asaltaron por aire y tierra la casa en la que estaba. Y el caso más reciente tuvo lugar el pasado octubre, cuando en un confuso incidente en Coahuila Heriberto Lazcano “El Lazca”, hasta entonces máximo líder de Los Zetas, murió al tratar de huir de una patrulla de la Marina luego de asistir a un juego de beisbol. El cuerpo de El Lazca fue robado por un comando de una funeraria, donde se le practicaron las primeras pruebas para identificarlo. Desde entonces incluso se llegó a especular si realmente el capo había muerto.
Otro caso del sexenio anterior que se prestó a suspicacias fue el de Nazario Moreno González, “El Chayo”, líder de La Familia Michoacana y quien habría caído abatido en un enfrentamiento de la Policía Federal en Apatzingán, Michoacán, en diciembre de 2010. Su cuerpo nunca estuvo en poder de las autoridades y hay quien este mismo mes en Michoacán ha afirmado que se encuentra vivo.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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