Humillada y empequeñecida, desembarcó la Princesa en la gran ciudad. Magdalena escapaba de su país en busca del anonimato que proporcionan los rascacielos de Nueva York. Corría la primavera de 2010 y acababa de vivir uno de los episodios más duros de su vida. Toda Suecia comentaba que su futuro marido, el hasta entonces intachable abogado Jonas Bergström, la había engañado con una joven jugadora de balonmano noruega que conoció en la despedida de soltero de un amigo. Una ruptura duele. Una infidelidad angustia. Que las dos sean públicas y que cada periódico, revista y programa de televisión sea un recuerdo de ellas, hace cruzar océanos.
En una reacción clásica, la Princesa decidió olvidar su maltratado ego y entregarse a la filantropía. Desde Manhattan, eso sí. Además, no tuvo que darle muchas vueltas a la cabeza para elegir una causa noble en la que volcarse. Qué mejor que unirse a los esfuerzos de su madre para mejorar las vidas de los niños desfavorecidos del mundo en la World Childhood Foundation, creada por la Reina Silvia en 1999. Pero no todo iba a ser trabajar.
Magdalena también encontró tiempo para alternar con las élites neoyorquinas y, en una de esas cenas de verano donde se junta la cúspide social mundial, estaba él. Según reveló una fuente al diario sueco «Aftonbladet», el asesor financiero Chris O’Neill la impresionó desde el primer momento. Era brillante, ambicioso, adinerado, titulado por la Universidad de Columbia y se manejaba a su antojo en los círculos más exclusivos de la ciudad.
Pillados «in fraganti»
Para otoño del mismo año, la relación ya se había afianzado y la pareja se dejaba ver por los lugares de moda de la ciudad, aunque el romance todavía no había saltado a los medios de comunicación. Después de pasar la Nochevieja en la famosa estación de esquí de Aspen, volvieron a Nueva York y un turista español los grabó con su móvil en el restaurante Boathouse de Central Park. Solo cinco días después, un diario sueco publicó el vídeo en su página web y el noviazgo se hizo público.
Para finales del mismo mes, la pareja ya paseaba su amor sin reparos, hubiera o no cámaras, y el día 31, las revistas hicieron caja con las primeras fotos de besos. El acoso de la prensa puso a prueba la paciencia del novio, que llegó a perder los papeles y levantarle el dedo corazón a un fotógrafo, en una reacción censurada por algunos expertos suecos en monarquía.
El nuevo candidato, sin embargo, se perfilaba cada vez más como futuro marido. Ni siquiera se le resistió la suegra, que aprovechó un viaje a Estados Unidos en abril de 2011 para conocer en persona al financiero. Con la aprobación de Silvia bajo el brazo, Chris se aventuró en verano a conocer a toda la familia en la isla sueca de Öland, para escaparse después al lago Como con la Princesa.
Un desaire real
En noviembre del mismo año, Magdalena y Chris se fueron a vivir juntos en secreto a un piso de cuatro habitaciones en Manhattan. Poco después, se presentaron juntos por primera vez en un acto oficial, celebrado en el Carnegie Hall. A partir de entonces, se aceleró la integración de O’Neill en la familia, que en 2012 asistió al cumpleaños de su novia en Estocolmo, al de Victoria en Öland y al bautizo de Estelle, hija de la Heredera y el Príncipe Daniel, en la capilla del palacio real de la capital.
La pareja, que intercambió anillos de compromiso en secreto en Nueva York, anunció el 25 de octubre de 2012 que habría boda y la casa real confirmó que se celebraría en verano de este año. Desde entonces, aún ha habido tiempo para un pequeño incidente.
O’Neill, que iba a presentarse por primera vez de forma oficial con toda la Familia Real en la gala de los premios Nobel, se excusó en el último momento por motivos de trabajo. El desaire fue bastante comentado en los medios de comunicación, pero los implicados le restaron importancia. Y de hecho, poco importa ya, porque a estas alturas los novios cuentan las horas y Suecia se prepara para su segunda boda real en tres años.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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