Los dos españoles cuyos cadáveres fueron encontrados este sábado en el estado mexicano de Sinaloa se dedicaban a la venta ambulante de ropa, mismo oficio que desempeñaban otros dos hermanos procedentes de la Península que en enero fueron secuestrados en Michoacán. Aquel suceso, sin embargo, se resolvió con una «simple» paliza. Los cuerpos en avanzado estado de descomposición de José Montoya Lozada, de 58 años, y Fernando Carmona Romero, de 57, estaban dentro de un vehículo que había sido arrojado a un canal en el área rural de Culiacán. Los fallecidos habían sido esposados y torturados antes de recibir varios impactos de bala «en distintas partes del cuerpo», según estudios practicados por los médicos forenses.
En un primer momento se informó de que los dos asesinados eran cocineros o vendedores de material de hostelería y realizaban un recorrido gastronómico por Sinaloa. Dadas las dudosas glorias culinarias de una región marcada por la violencia, dicha actividad resultaba tan inusual como realizar una cata de «kalimotxos» en las «herriko-tabernas» del Goyerri. Posteriormente, la fiscalía estatal indicó que los occisos se dedicaban a «vender chamarras en diferentes lugares». Sin embargo, la nota oficial de la Procuraduría es confusa, pues señala que el automóvil donde aparecieron los cadáveres es un Dodge Altima, cuando dicho modelo pertenece a la marca Nissan.
La Procuraduría de Justicia de Sinaloa revela además que familiares de las víctimas habían denunciado su desaparición el pasado 4 de mayo, por lo que la búsqueda quedó en manos de la Agencia Especializada en Desaparición Forzosa de Personas. Pero serían unos vecinos que paseaban por el lugar quienes advirtieron de la presencia del vehículo en el canal Humaya, ubicado en las inmediaciones del llamado Cerro Prieto, en la barriada de Adolfo López Mateos, conocida popularmente como «El Tamarindo».
Los dos españoles viajaban con frecuencia a México para instalarse en la ciudad de Guadalajara, aseguran fuentes de la investigación. Desde la capital de Jalisco se desplazaron junto a otros dos individuos a Culiacán, conduciendo dos coches de alquiler y una camioneta que fue dejada en un taller mecánico. Las autoridades subrayan que «no eran turistas ni se habían trasladado a esta ciudad para visitar zonas turísticas, sino que vendían chamarras en diferentes poblaciones, para lo cual se hospedaban en hoteles y de ahí salían a realizar sus recorridos». En esta ocasión se alojaban desde finales de abril en el hotel Flamingos Inn, «cerca de todo y lejos de la mirada de la ciudad», cuya tarifa por noche es de unos 45 euros.
Curiosamente, otros dos españoles que se dedicaban a la venta ambulante de ropa fueron protagonistas de un suceso violento el pasado mes de enero. José Luis y Juan Bustamante, dos hermanos conquenses de 45 y 44 años, fueron abandonados en una cuneta en el estado de Guanajuato después de haber recibido una brutal paliza. Una semana antes habían sido secuestrados a la puerta de un centro comercial de Morelia, en el vecino estado de Michoacán.
José Luis Bustamante residía en México junto a su esposa y sus tres hijos y se dedicaba a la venta de ropa en mercadillos. No contaban con residencia fija. Su hermano Juan había llegado al país un mes antes para «probar suerte». El fiscal encargado del asunto aseguró que las autoridades no tenían conocimiento de que hubieran sido amenazados previamente.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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