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Ataques talibanes marcan el inicio de las elecciones en Pakistán

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Una bicicleta, una vaca, una botella, una cabra, un libro... incluso una cama y un saxo. La lista es tan larga como numerosos los partidos políticos que hoy se presentan a las elecciones en Pakistán. Cada uno ha elegido un símbolo con el que hacerse reconocible ante un electorado en parte analfabeto. Aunque la clave para saber quién va a gobernar esté en los resultados del bate de críquet (PTI), el tigre (PML) y la flecha (PPP), la exuberancia de partidos refleja la diversidad y división del país. Resulta muy arriesgado hacer apuestas, más cuando los talibanes “aconsejaron” ayer que no se vaya a votar. Un portavoz talibán reiteró que “la democracia es cosa de infieles” y pidió a los paquistaníes que “no arriesguen su vida acudiendo a los colegios electorales”, según France Presse. [En cumplimiento de la amenaza talibán, la jornada, que se ha iniciado a las ocho de la mañana (tres horas menos en España) se está viendo salpicada de incidentes violentos. En Karachi, un atentado ante las oficinas del partido Awami ha causado la muerte de al menos ocho personas, según informa Reuters citando a medios locales. Otras 35 han resultado heridas en el ataque, reivindicado por los talibanes, que han matado a un centenar de personas durante la campaña, entre ellas varios candidatos. También ha habido un atentado en Peshawar, ante una oficina de voto para mujeres, en el que al menos ocho personas han resultado heridas, según ha informado a AFP el responsable de un hospital local]. Nusrat Javeed, un comentarista televisivo, se muestra convencido de que ganará el PML. Incluso se aventura a dar datos de escaños, tras establecer combinaciones y alianzas sólo aptas para iniciados. La realidad es que en Pakistán no hay sondeos de opinión fiables y eso es, como recuerda el columnista Ayaz Amir, lo que hace interesante estas elecciones. “Cada experto o tertuliano se convierte él mismo en un sondeo (…), pero es más un arte que una ciencia, como siempre [pasa] con nosotros, la fe y la esperanza triunfan sobre cualquier intento de análisis racional”, escribía ayer en The News. Por eso es posible la sorpresa en este país de 193 millones de habitantes, una decena de idiomas, casi igual número de grupos étnicos, y cuya aplastante mayoría musulmana sigue tal abanico de ramas y escuelas religiosas que resulta difícilmente homogénea. Sin embargo, en los mítines de cierre de campaña, el jueves por la noche, todos los dirigentes de los principales partidos se mostraron convencidos de obtener la mayoría suficiente para gobernar. El 11 de mayo, inshallah [si Dios quiere], la Liga Musulmana formará Gobierno. Ya no queda mucho”, aseguró a sus simpatizantes Nawaz Sharif, cuyo partido ha elegido como símbolo al tigre y se perfila en cabeza. El veterano político, que aspira a un tercer mandato como primer ministro, también subrayó que su país “no puede permitirse un nuevo experimento”, una pulla a sus dos rivales. Sharif se ha presentado durante la campaña como un pragmático que va a sacar al país del vagón de cola del desarrollo con grandes infraestructuras, entre ellas un tren de alta velocidad de una punta a otra del país. Sin embargo, ha guardado silencio en asuntos clave como el islamismo violento o el papel de los militares. Sólo en una entrevista con la agencia Reuters dio a entender que Pakistán debería reconsiderar su apoyo a la guerra de EE UU contra los extremistas islámicos y sugirió que era partidario de negociar con los talibanes, ideas ambas que sin duda preocupan en Washington. Similares propuestas, pero planteadas de forma clara, ha hecho Imran Khan, el popular exjugador de críquet y fundador del Movimiento por la Justicia (PTI, en sus siglas en urdu). De ahí que sus oponentes le hayan apodado Taliban Khan. No obstante, ese discurso populista, con un toque de antiamericanismo y su estilo moderno le han granjeado una gran audiencia entre los jóvenes, que pone en peligro el bipartidismo PML-PPP. Sin embargo, a diferencia de la publicidad electoral, en la que el bate que representa a su partido ayuda a esquivar las adversidades a los ciudadanos que encuentra en su camino, a Khan no le evitó una aparatosa caída el martes durante un mitin, que le ha dejado maltrecho en un hospital de Lahore. Desde allí se dirigió por videoconferencia a sus seguidores en Islamabad, donde planeaba cerrar la campaña, para pedirles que voten por el cambio que promueve. También usó la videoconferencia el joven e inexperto Bilawal Bhutto-Zardari, cuyo temor a sufrir un atentado como el que acabó con la vida de su madre Benazir Bhutto en 2007 le ha mantenido alejado de los actos electorales. De hecho su formación, el Partido Popular de Pakistán (PPP), representado por una flecha, ha hecho la campaña sin líder. A eso se une que el PPP, junto a sus socios de coalición el ANP y el MQM, ha sido uno de los principales objetivos de la yihad lanzada por los talibanes contra los comicios, lo que ha limitado su contacto con los electores. Aunque han sido los peor parados, los atentados talibanes no se han limitado a los partidos liberales. En mayor o menor medida, todos los grupos, incluso los religiosos que no esconden ciertas simpatías con su ideología, han recibido el zarpazo de los intolerantes. Sus bombas han dejado un centenar de muertos y medio millar de heridos en un mes. “La tragedia de este país es que los que llegan al poder, enseguida se olvidan de la gente”, confía por su parte Tahir Khan, un columnista de The Express Tribune. Como es habitual, el Ejército va a estar observando. “La salvación está en transformar el Gobierno en una verdadera plataforma de representación pública. Otra cosa significaría continuar saqueando la riqueza nacional”, ha advertido el jefe del Estado Mayor, el general Ashaq Pervez Kayani. Lissettte Garcia RosasSinEspinas

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