La oposición siria ha acusado a las fuerzas del régimen de Bachar el Asad de haber perpetrado la que, de confirmarse, sería la mayor matanza desde el inicio del conflicto, hace 17 meses. Según el relato de los activistas locales, Daraya, un suburbio de Damasco, se ha convertido en un gran camposanto al aire libre en el que los vecinos no dan abasto identificando y enterrando a hombres, mujeres y niños. Los opositores afirman haber hallado solo en la madrugada del domingo los cadáveres de más de 300 personas en esta ciudad. De ellas, alrededor de la mitad habrían sido ejecutadas en la mezquita de Abu Auleiman al Darani. Los activistas han publicado vídeos para sostener sus denuncias. La hostilidad del régimen hacia la prensa independiente dificulta la comprobación de las mismas, pero un trabajador de The New York Times que pudo acceder al suburbio confirmó la presencia de fosas comunes repletas de cadáveres.
La presunta masacre se enmarca en el intenso contraataque lanzado por el Ejército de El Asad en las últimas semanas, que busca limpiar la capital y sus alrededores de lo que el régimen califica de “terroristas”. Un comunicado de la agencia de noticias estatal SANA ha afirmado que las “heroicas fuerzas armadas han limpiado Daraya de restos de grupos terroristas que han cometido crímenes contra los hijos del pueblo”. El propio El Asad ha declarado que su Gobierno derrotará “a cualquier precio” el “compló” extranjero dirigido contra su país.
Las denuncias de los opositores apenas desencadenaron en esta ocasión reacciones por parte de la comunidad internacional, quizá en un nuevo síntoma de la creciente frustración y sensación de impotencia con respecto a la crisis siria. La reacción más enérgica fue la del Gobierno británico, que declaró que, de confirmarse la masacre, se trataría de “una atrocidad a una nueva escala” y requeriría una condena inequívoca por parte de toda la comunidad internacional. Hasta ahora, los vetos de Rusia y China han bloqueado en varias ocasiones resoluciones de condena en Naciones Unidas.
Daraya es un suburbio de clase trabajadora de mayoría suní próxima a Damasco y con una población de 200.000 habitantes. El Geish al Hor (Ejército Libre Sirio, ELS) contaba ahí con un importante mando de operaciones que coordinaba las incursiones militares para la toma de Damasco. Tras varios días de asedio y bombardeos, el ELS tuvo que retirarse el pasado viernes por falta de munición y de armas, abandonando la plaza. El Ejército sirio entró entonces con decenas de tanques y helicópteros.
El relato de lo que ocurrió después empezó a aflorar a través de las denuncias y los vídeos de la oposición. En uno de ellos se ven enormes tumbas comunes donde entierran a los shaheed (mártires) en filas de tres, sin tiempo para los rezos musulmanas tradicionales. Incluso hay bebés. Otro muestra cuerpos ensangrentados y ejecutados en el interior de sus casas, hasta seis en una misma vivienda, mientras se oye la voz del cámara rezando, entre sollozos. Las víctimas murieron bajo las bombas, por disparos de francotiradores o ejecutados a corta distancia con balas en la cabeza y en el cuello, según los activistas. En total, los opositores afirman que en la última semana murieron en Daraya unas 630 personas, la mitad de ellas ejecutadas.
La fuerte ofensiva lanzada en las últimas semanas en el sureste por las tropas del régimen, que ha reforzado su presencia militar en toda la zona, demuestra que El Asad no va a dejar caer la capital en manos rebeldes, cueste lo que cueste. El presidente está determinado a retomar el control con toda la fuerza de la que es capaz su Ejército, el mejor equipado de Oriente Medio, con la ayuda de sus sanguinarias shabiha (milicias del régimen) haciendo el trabajo sucio. Así lo demuestra el hallazgo la semana pasada en Al Muadamiya, cerca de Daraya, de 40 cadáveres con signos de haber sido ejecutados. Otras noticias similares llegaron de otras zonas de la capital como el distrito de Qabu, donde murieron al menos 46 personas, o Jdeideh, en el oeste y Nahr Eisha, en el sur.
En el plano político, el régimen intentó ayer dar una muestra de su solidez, con la primera aparición pública del vicepresidente, Faruk al Shara, desde hace aproximadamente un mes, después de que en las últimas semanas se sucedieran los rumores sobre su deserción del régimen y su huida del país.
En la provincia de Homs, al norte de Damasco y símbolo de la lucha contra Bachar el Asad, la situación no es mucho mejor. Los constantes bombardeos contra las pocas bolsas de terreno que quedan sublevadas, pequeñas localidades o barrios con mayorías musulmanas suníes, son constantes.
La población civil sigue muriendo allí bajo las explosiones, en los puestos de control o por balas de francotiradores, engrosando la lista de fallecidos en esta revolución, 18.000 hasta el momento según las Naciones Unidas. Las carreteras principales del sureste están tomadas por el régimen y el Ejército Libre de Siria, que cuenta únicamente con kaláshnikov y lanzagranadas, está acorralado y solo puede moverse y actuar en unos pocos kilómetros del terreno sirio comprendido entre Damasco y la frontera con Líbano, reforzada a su vez con centenares de tanques y soldados, helicópteros y aviones que sobrevuelan la zona.
Mientras tanto, en el norte los bombardeos y combates continúan en Alepo, la segunda ciudad del país. Periodistas de la agencia Reuters informaron de que los bombardeos de este domingo fueron los más intensos de la última semana.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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