El día 7 de mayo, Roberto Adinolfi, gerente de Ansaldo Nuclear, fue atacado en la puerta de su casa de Milán por dos individuos que no querían robarle ni matarlo, sino dispararle en la pierna, dejarle un aviso, a él y a toda la sociedad: el terrorismo había regresado a Italia utilizando el mismo rito macabro que, en la década de los 70, lo habían hecho las Brigadas Rojas. El Gobierno de Mario Monti, que ya estaba preocupado por una serie de atentados del mismo cariz, ordenó a las fuerzas de seguridad que diesen máxima prioridad a las investigaciones. Los primeros resultados se acaban de producir. En una gran operación desarrollada en todo el país —y también en Suiza y Alemania—, los Carabinieri han arrestado a 10 sospechosos y registrado 40 domicilios durante la búsqueda de otros 24.
Se trataría de miembros de la llamada Federación Anárquica Informal (FAI) y del Frente Revolucionario Internacional (FRI). La acusación que figuraba en las órdenes de arresto no deja lugar a dudas: “Terrorismo con finalidad internacional”.
No solo se les acusa de estar ligados al ataque que hirió en la pierna al directivo de Ansaldo Nuclear. También de los atentados ocurridos en 2009 contra la Universidad Bocconi de Milán y el centro de reclusión de inmigrantes en Gradisca d’Isonzo (región de Friuli-Venecia Julia), del ataque a un directivo de Equitalia en Roma en 2001 y de dos acciones perpetradas más fuera del territorio italiano: contra una sede del Deutsche Bank en Fráncfort y contra la embajada griega en París.
Los Carabinieri han informado de que a los dos anarquistas detenidos en Suiza y Alemania se les atribuye el diseño de la campaña terrorista. Los momentos de atentar, los objetivos, los comunicados de reivindicación e incluso las siglas bajo las que operar. Lo que aún no se sabe es si entre la decena de detenidos por el momento –la operación sigue en marcha— se encuentran los autores materiales del atentado que hirió en la pierna a Roberto Adinolfi.
El estilo de aquel ataque preocupó sobremanera a las autoridades italianas. No solo por la elección del objetivo, sino también por otros detalles del arma usada: una Tocarev del calibre 7,62, fabricada en la Unión Soviética a partir de 1943 y usada con frecuencia en el pasado por los terroristas de las Brigadas Rojas. De lo que contó entonces Adinolfi y de las pruebas recogidas sobre el terreno, la fiscalía de Génova y el Gobierno italiano llegaron a una conclusión –“las características del atentado son subversivas”—y, sobre todo, a un objetivo compartido: se debe hacer todo lo posible por cortar de raíz la amenaza terrorista. Aquella pesadilla terrible de los 70 no puede regresar ni de visita.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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