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El dirigente de los Hermanos Musulmanes jura el cargo ante el Tribunal Constitucional

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Después de jurar el cargo ante el pleno del Tribunal Constitucional, Mohamed Morsi se ha convertido oficialmente en el nuevo presidente de Egipto, el quinto de la República, pero el primero elegido democráticamente y el primer civil que asume el cargo desde que los oficiales libres comandados por Gamal Abdel Nasser dieran el golpe de Estado en 1952 para deponer al rey Faruk. La investidura ha sido retransmitida en directo por la televisión pública egipcia, por lo que quedará registrada en la memoria colectiva del país como uno de los momentos más simbólicos del proceso de cambios profundos que puso en marcha la rebelión de enero y febrero de 2011.

"Juro por Dios que protegeré de forma sincera el sistema republicano y respetaré la Constitución y el Estado de derecho", recitó Morsi, de pie, flanqueado por Faruk Sultan, el presidente del Tribunal Constitucional. Tras la jura formal, el flamante presidente egipcio se comprometió con el "renacimiento de una nación fuerte, con su pueblo, su historia, sus instituciones y su corte constitucional". Asimismo, Morsi elogió, a pesar de que fue el órgano judicial que disolvió el Parlamento, la "independencia" y la "eficacia" del Tribunal Constitucional, prometió velar por su "libertad" y respetar sus veredictos.

Al terminar el acto en la sede de la Corte Suprema, que se inició con unas dos horas de retraso, Morsi se dirigió a la Universidad de El Cairo para pronunciar su discurso de investidura en un auditorio repleto de personalidades. Entre ellas, Husein Tantaui, el presidente de la Junta Militar; Kamal Ganzuri, el primer ministro saliente; líderes políticos, y representantes de las instituciones religiosas. La llegada del séquito presidencial a la universidad donde Morsi se graduó en ingeniería fue recibida con salvas de honor por una unidad del ejército.

Tras una ovación por parte de un auditorio puesto en pie, Morsi llevó a cabo su tercer juramento y su tercera plática en menos de 24 horas. Las primeras fueron el viernes en la plaza cairota de Tahrir, donde el aún presidente electo se dio un auténtico baño de masas. En su último discurso, Morsi reiteró los ejes centrales del mensaje que ha repetido durante los últimos días: su voluntad de construir un país "democrático, civil, libre y moderno", en el que cristianos y musulmanes convivan en paz.

Desde el estrado, Morsi rindió un homenaje a los heridos y mártires de la Revolución, algunos de cuyos familiares estaban entre el público sosteniendo grandes fotografías de sus seres queridos. "Hemos conseguido unos logros gloriosos a los que no renunciaremos, y que han nacido del sufrimiento, de la pérdida de más 1.000 mártires", dijo entre los vítores de los asistentes, cuyos aplausos interrumpieron en numerosas ocasiones el parlamento.

En su mensaje, perfectamente calibrado, Morsi expresó su respeto a las Fuerzas Armadas, a las que agradeció su papel en la gestión del país durante la fase transitoria. Ahora bien, recordó que el Parlamento, disuelto tras una sentencia del Tribunal Constitucional, es quien detenta la soberanía popular. "El ejército es el escudo del país, y volverá a ejercer sus funciones de proteger las fronteras y la seguridad nacional", proclamó ante la atenta mirada del mariscal Tantaui.

El futuro del Legislativo y los poderes del presidente Morsi se perfilan como la próxima batalla entre islamistas y militares. Según la declaración constitucional suplementaria, promulgada la misma noche electoral, la Junta Militar ostenta el poder legislativo, y posee el derecho de veto en el proceso de redacción de la Constitución y en las cuestiones relativas a la seguridad nacional. Sin embargo, los islamistas no consideran legítimo el texto, y están dispuestos a recurrir a la presión popular para anularlo.

A pesar de que aún no están perfilados de forma clara cuáles serán sus competencias, la investidura de Morsi simboliza un auténtico terremoto en la escena política de Egipto. Y a buen seguro, dada la importancia geoestratégica del gigante árabe (85 millones de habitantes), su onda expansiva se hará sentir en toda la región. Y es que el nuevo presidente ha sido miembro desde 1985 de los Hermanos Musulmanes, la histórica organización islamista fundada en 1928 que ha pasado la mayor parte de su historia entre la represión y el ostracismo.

La entrada de Morsi al palacio presidencial representa el ascenso de una nueva clase social en Egipto, vetada hasta hace poco del ejercicio de cualquier resorte de poder. La gran pregunta que se hacen los egipcios es hasta qué punto la llegada de los islamistas a la cúspide del Estado traerá cambios notables en su vida cotidiana. Probablemente, ello dependerá del pulso que libran la Hermandad y la cúpula del ejército por ejercer el poder real, más allá de su aspecto puramente formal.

Morsi se impuso por un estrecho margen de tres puntos a Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Mubarak, y considerado el candidato preferido de la Junta Militar en las elecciones presidenciales celebradas los pasados días 16 y 17 de junio. El anuncio oficial de los resultados se demoró durante una semana, incitando los recelos a un posible pucherazo en favor de Shafiq que nunca sucedió.




Lissette Garcia
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