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La Junta Militar egipcia resucita el antiamericanismo

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Esta escena era inimaginable en tiempos de Mubarak: entre la plaza Tahrir y el Nilo, a la vera de la embajada de Estados Unidos, banderolas gigantescas —y una pequeña acampada— piden la libertad del jeque Omar Abdelrahman. El jeque —turbante, barba nívea y gafas de sol sobre su ceguera— es un fundamentalista egipcio que lleva años encarcelado en Estados Unidos como promotor del primer atentado contra las Torres Gemelas, el de 1993. Las autoridades egipcias dejan hacer. Es, dicen, una muestra de la libertad de expresión que reina aquí desde la caída de Mubarak.

También era impensable en tiempos del depuesto rais que un senador y héroe de guerra norteamericano como John McCain desembarcara en El Cairo para negociar la libertad de casi una veintena de compatriotas suyos —“no venimos a amenazar sino a buscar intereses comunes”, aseguraba ayer el senador—, entre ellos el hijo de un ministro de Obama. Y que desde medios gubernamentales egipcios se levantara la cabeza frente a las presiones de la superpotencia en este caso apelando al orgullo patrio. Presiones que incluyen la amenaza de suspender los fondos —1.300 millones de dólares anuales para gastos militares y 250 millones para asuntos civiles— que Washington regala a Egipto desde que firmara la paz con Israel en 1979.

¿Intenta conseguir popularidad la Junta Militar del mariscal Tantaui con lo que parece un recurso al antiamericanismo siempre latente en Egipto? Hay quien así lo malicia en El Cairo —“la Junta hace teatro y la sangre no llegará al río”, dicen— y hay quien se cree lo que se filtra desde la Junta Militar: que la persecución de los norteamericanos es una iniciativa individual de la ministra de Cooperación Internacional, Fayza Abul Naga, que, por cierto, ya ocupaba el puesto en tiempos de Mubarak. ¿Pero es creíble que la ministra actúe así sin algún tipo de luz verde de la Junta?

Washington amaga con retirar sus ayudas por el caso de los cooperantes
Lo que conduce a la pregunta esencial: ¿quién manda en el Valle del Nilo? Sin duda, el primer poder, muy por encima de los demás, es la Junta Militar. Pero el suyo no es un poder totalitario como el de los militares argentinos o chilenos o el general Franco. A la Junta se le puede criticar en público, aunque también te pueden encarcelar por criticarla, como les ha ocurrido en el último año a tantos blogueros, periodistas y activistas demócratas.

Un diputado socialdemócrata, Ziad El Eleimy, ha dicho del jefe de la Junta, el mariscal Tantawi, lo siguiente: “como no puede controlar al burro, se aferra a la montura”. El diputado —de la minoría laica y progresista surgida de las legislativas de otoño— hablaba de la reciente matanza en un partido de fútbol en Port Said, y lo del burro y la montura, un viejo dicho egipcio, aludía a que la Junta siempre busca chivos expiatorios en vez de detener a los organizadores de los repetidos episodios de violencia. Por su parte, la Junta, a través de Facebook, dice estar indignada porque el diputado haya llamado “burro”, o sea, haya insultado a Tantawi.

Los Hermanos Musulmanes tratan de no asustar con la reislamización forzosa
El Parlamento es un escenario para debates relativamente libres como éste. Pero ni controla al Gobierno, ni elabora una nueva Constitución, ni decide sobre las próximas presidenciales. Esas tareas están en manos de la Junta, que acaba de anunciar que el nuevo rais será elegido en junio.

En el Parlamento se sienta el segundo gran poder del Egipto posMubarak: los Hermanos Musulmanes. Detentan la mayoría de los escaños y parecen coincidir con los militares en la idea de que la revolución debe terminarse de una vez y dar paso a un acuerdo entre los piadosos y los uniformados para el reparto del poder. La cofradía, eso sí, se esfuerza por no asustar con propuestas sobre la reislamización forzosa de Egipto. De esto se encargan los salafistas, segunda fuerza parlamentaria, aún más integristas.

Tal reislamización no se ha producido. Nadie ha prohibido el alcohol en los restaurantes de El Cairo ni el bikini en las playas del Mar Rojo. Iría no solo contra los millones de cristianos coptos de Egipto sino contra el turismo, que es lo que lleva un plato de habas a muchos hogares. Incluso entre esa mayoría que votó por los Hermanos Musulmanes domina la idea de que la teocracia islamista es algo que solo se pueden permitir países como Irán o Arabia Saudí con muchísimo petróleo en sus entrañas. Los revolucionarios del 25 de enero son el tercer poder. No se han rendido, siguen combatiendo por la democracia.

Ya estaban así de complicadas las cosas en Egipto cuando, en diciembre, se produjo el procesamiento de 44 personas, de ellas 19 norteamericanos, que trabajaban para ONG de EE UU, unas vinculadas a los partidos demócrata y republicano y otras a movimientos de derechos humanos y de promoción del periodismo libre. Fueron acusadas de recibir “fondos extranjeros” y carecer de “permisos administrativos”, violando así “la soberanía egipcia”.

A EE UU no le falta razón al poner el grito en el cielo. ¿No habíamos quedado en que los amigos demócratas de Egipto debían ayudar en la transición a un nuevo Estado basado en las libertades y los derechos? Pues no, responde la ministra Fayza Abul Naga. Esos activistas se dedicaban a montar líos en Egipto para minar el país. Son unos “subversivos”.

Muamarana, conspiración, es una palabra muy repetida ahora en Egipto. La Junta repite que todo lo malo ocurrido desde la caída de Murabak sería fruto de una innominada “conjura extranjera”. No del mantenimiento de los aparatos represivos de Mubarak, no de la acción —o inacción— de la propia Junta, que al fin y al cabo está formada por militares de Mubarak, sino de alguna mano oculta. ¿Pero estaban en semejante muamara esos cooperantes que parecían dedicarse a promover los valores democráticos? Es lo que viene sugiriendo la ministra Abul Naga, jaleada en la prensa oficialista, incluido Al Ahram, como una heroína nacional por plantarle cara a Washington.

¿Logrará McCain encontrar una salida a este embrollo? ¿Triunfará allí donde fracasó hace unos días el mismísimo jefe de la Junta de Estado Mayor estadounidense? En El Cairo se dice que el apaño será judicial, que el magistrado que el próximo domingo iniciará el juicio oral contra los cooperantes desestimará el caso.

Entretanto, Los Hermanos Musulmanes han amenazado con revisar el tratado de paz con Israel si Washington termina adoptando represalias económicas por el juicio de los cooperantes. No quieren perderse la jugada. En la revolución del 25 de enero no hubo gritos contra EE UU y/o Israel, pero los tiempos son tan confusos en Egipto que el viejo antiamericanismo igual vuelve a ser un fondo de comercio populista.



Lissette Garcia
RosasSinEspinas

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