La Alianza de Revolucionarios Egipcios, una plataforma creada en noviembre que reúne a más 50 organizaciones entre sindicatos, partidos y asociaciones juveniles, ha convocado una huelga general para el sábado con la finalidad de presionar a la junta militar egipcia a abandonar el poder de forma inmediata. La acción coincide con el primer aniversario de la renuncia de Hosni Mubarak, sometido a juicio acusado de corrupción y de haber ordenado la represión de los manifestantes durante los 18 días que duró la revolución.
En los últimos cuatro meses, los grupos revolucionarios han echado numerosos pulsos al consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a través de manifestaciones y concentraciones, que han derivado a menudo en enfrentamientos violentos en las calles. Según los propios datos del Ministerio de Sanidad, un centenar de personas han muerto en estos disturbios, la mayoría acaecidos en la cairota de plaza Tahrir y sus aledaños.
Conscientes de su incapacidad de arrancar concesiones sustanciales de la cúpula militar solo a través de la presión de Tahrir, los grupos revolucionarios pretenden con las nuevas movilizaciones involucrar a nuevos grupos sociales. “Esto movimiento es un proceso. Empezaremos con la huelga, y luego iremos escalando nuestras acciones hasta convertirnos en un movimiento de desobediencia civil, siempre pacífico”, dijo el jueves en una concurrida conferencia Alaa al-Aswany, escritor del best-seller El edificio Yacobian, y uno de los iconos de la Revolución.
Organizaciones de oposición a la junta militar lanzan una campaña para boicotear los productos de las empresas propiedad del ejército
En paralelo a la huelga, que podría convertirse en indefinida en función de su seguimiento, se ha organizado también una campaña para boicotear los productos elaborados por empresas controladas por los militares. “¿Crees que el ejército produce aceites, agua, productos electrónicos, y posee hoteles y restaurantes solo por proporcionar un servicio, sin beneficiarse de ello?”, se preguntaba en tono irónico la cuenta de Twitter de la campaña.
El presupuesto del ejército es uno de los secretos mejor guardados del Estado egipcio, y los expertos calculan que sus negocios podrían representar entre el 10% y el 30% del producto interior bruto. Para calentar motores ante la huelga, se han convocado diez marchas que se unirán en la sede del Ministerio de Defensa, en el barrio de Abbasiya. Además de la entrega del poder de la cúpula militar, la otra gran demanda de los revolucionarios es una purga profunda del aparato de seguridad del Estado, al que consideran responsable de la muerte de más de 70 personas la semana pasada en el estadio de fútbol de Port Said.
A tan solo unas horas de su inicio, las perspectivas de éxito de la huelga eran más bien escasas, sobre todo porque todas las instituciones conservadoras del país se han manifestado de forma inequívoca contra la acción. Entre ellas, la Universidad Islámica de Al Azhar, la más prestigiosa institución religiosa del Islam suní, que tras la revolución ha apoyado la transición a un sistema democrático.
“Yo os insto ... a no abandonar vuestro trabajo ni tan siquiera una hora, y a cumplir vuestro compromiso con vosotros mismos, vuestras familias, y vuestro país”, dijo Ahmed al-Tayeb, el gran imán de Al Azhar en un mensaje a la nación. El Papa Shenouda, la máxima autoridad de la iglesia cristiana copta, se ha expresado en unos términos parecidos, recordando que “son muchos los pasajes de la Biblia que instan a obedecer al gobernante.
Los Hermanos Musulmanes, por su parte, también se han posicionado en contra de la huelga, alertando del impacto negativo que tendría para la economía del país. “Tenemos que reconstruir el país, no derribarlos ... Estas llamadas son extremadamente peligrosas y amenazan nuestra nación y nuestro futuro”, declaró Mahmud Hussein, el secretario general de la organización islamista, quien añadió que la desobediencia civil que algunos grupos se plantean para después de la huelga es "inaceptable". Cualquier escalada de los enfrentamientos entre Tahrir y la junta militar situará a los Hermanos Musulmanes en una delicada situación, pues su estrategia es presentarse ante la sociedad como una fuerza revolucionaria, y a la vez pactar con el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el calendario y las líneas maestras de la transición.
La dificultad de mantener ese inestable equilibrio se hizo evidente durante las últimas horas. Jairat al-Shater, número dos en la jerarquía de los Hermanos, apostó por la dimisión en bloque del Gobierno liderado por Kamal Ganzuri, y su reemplazo por un nuevo Ejecutivo escogido por el Parlamento. “Deberíamos acelerar la formación de un Gabinete amplio para administrar los asuntos del país en esta coyuntura, y no esperar a que un presidente de la república sea electo”, afirmó al-Shater.
Sin embargo, otros miembros de la organización quitaron hierro a sus declaraciones, advirtiendo que eran solo una opinión personal, y no una decisión aprobada por la organización. De acuerdo con el calendario de la junta militar, ésta posee la autoridad de nombrar al Ejecutivo hasta el próximo 30 de junio, cuando entregará todos sus poderes un presidente electo.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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