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Japón no persigue a China en Latinoamérica

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Pese a las últimas dos décadas perdidas de su economía. Pese al terremoto y al accidente nuclear de Fukushima del año pasado. Pese a que en 2011 sufrió su primer déficit comercial en 31 años, Japón aún es la tercera economía mundial. China la relegó a ese puesto en 2010, pero todavía tiene peso. A diferencia delDragón asiático, el Sol Naciente no tiene entre sus prioridades a Latinoamérica, más allá de los foros de cooperación con los países del Pacífico. El pasado martes, en la apertura de sesiones del Congreso de Japón, el ministro de Asuntos Exteriores de este país, Koichiro Gemba, no mencionó ni una sola vez a Latinoamérica ni a sus países.
exportó en los primeros 11 meses del año pasado el 56,1% de sus productos al resto del Asia oriental. El 15,1% fue a EE UU; el 13,4%, a Europa y el 5,5% a Latinoamérica, que constituye, por tanto, el cuarto bloque en importancia.
En cuanto a su abastecimiento, esta potencia asiática carente de recursos naturales y muy proteccionista en alimentos como el arroz compra el 44,7% de sus importaciones en el resto del Asia oriental, el 18,6% en Medio Oriente (sobre todo, petróleo), 10,8% en Europa, el 8,8% en EE UU, el 7,2% en Oceanía y solo el 4,1% en Latinoamérica. Sin embargo, la balanza comercial bilateral entre Japón y Latinoamérica favorece al subcontinente, con 6.128 millones de dólares a su favor. Ese saldo azul se construye gracias a unos pocos países que proveen al país insular de minerales y otros productos, como Chile (6.983 millones de superávit), Brasil (6.002 millones) y Perú (1.354 millones). También Argentina y Uruguay registran balanzas positivas con Japón.
El resto de los países latinoamericanos mantienen un déficit. Los principales rojos provienen de Panamá (13.763 millones) y México (5.693 millones). Japón es uno de los principales interesados en la ampliación del canal de Panamá y está apoyando la obra.
Las exportaciones japonesas a Latinoamérica aumentaron en 11 meses de 2011 solo 1,3%. Los envíos latinoamericanos a Japón, un 26,1%.
La inversión directa de Japón se dirigió en los primeros nueve meses de 2011 en un 40,4% a la atribulada Europa (quizá para aprovechar las rebajas), en un 30% al resto de Asia y en un 10,5% a Latinoamérica, con lo que se erige como el tercer destino en relevancia. Los desembolsos japoneses en tierra latinoamericana crecieron el 81,9% y, a diferencia de los de China, no se centran solo en materias primas y no incluyen inversiones estatales en compras de tierras para asegurar la provisión alimentaria. Este asunto también preocupa a Tokio, pero su estrategia para conseguir comida parece distinta de la de Pekín.
La inversión japonesa en Latinoamérica se dirigió sobre todo a Brasil, que no es solo el país de moda sino que también ha sido el destino de muchos emigrantes del país asiático en el siglo XX. Al gigante sudamericano llegaron 5.745 millones de dólares en nueve meses de 2011. A Panamá, 335 millones. No llegó tanto a Perú, con 55 millones; México, con 19 millones, y Argentina, con 16 millones. Los demás países latinoamericanos ni figuran en la estadística oficial de Japón.
En cuanto a la relación específica de Japón con Argentina, país desde el que se edita este blog, el primer secretario de la embajada japonesa en Buenos Aires, Natsuki Masakage, señala que las restricciones del Gobierno argentino contra las importaciones está llevando a que las empresas de su país que invierten aquí (en su mayoría, del sector del motor) se muestren “renuentes a avanzar más fuertemente en sus negocios”. Con los Gobiernos de los Kirchner siempre ha habido ciertas limitaciones a la importación, que en su momento habían incluso llevado a que empresas japonesas se radicaran en Argentina. Pero desde el año pasado la administración de Cristina Fernández de Kirchner exige que cada compañía que importa un dólar exporte también otro, “con lo que se complica la situación de aquellas compañías japonesas que llegaron para ensamblar aquí y abastecer solo el mercado interno”, según Masakage.
El primer secretario de la embajada de Japón en Buenos Aires teme que Brasil adopte represalias cuando el miércoles próximo Argentina comience a exigir una declaración anticipada de las importaciones, para cuya evaluación el Gobierno argentino se tomará hasta 21 días. “Cada vez que Argentina pone medidas, hay represalias de Brasil”, señala el funcionario de Japón, de donde provienen Toyota y Honda, dos empresas que intercambian vehículos entre ambos países sudamericanos. “Habría un modelo no sostenible de complementación productiva entre Argentina y Brasil, Se puede dificultar el ingreso de insumos de Asia y Brasil para las empresas japonesas en Argentina”, añade Masakage.
El diplomático admite que ninguna inversión japonesa se ha suspendido en Argentina por estas restricciones, pero afirma que puede haber postergaciones en las decisiones. También descarta que su país tome represalias contra las barreras de Buenos Aires, aunque recuerda que en febrero pasado se unió a otros países como EE UU y los de la Unión Europea para plantear consultas en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por las demoras en la entrega de las licencias no automáticas para ciertas importaciones, que deberían entrar en 60 días al país, según la reglamentación internacional. De todos modos, reconoce que para que las consultas se conviertan en denuncias en un panel de la OMC se requiere de la reclamación de empresas en concreto, y pocas están dispuestas a pelearse con el Gobierno argentino si quieren seguir hacer negocios por estas latitudes.
Hay inversiones industriales de Japón en Argentina, pero pocas de infraestructura. Este tipo de proyectos depende de que el Gobierno de Fernández reestructure la deuda con el Club de París, conjunto de países acreedores, entre los que figuran Japón y España, y al que Buenos Aires dejó de pagar en la crisis de 2001. “No podemos hacer inversiones grandes en infraestructura por falta de acuerdo con el Club de París”, afirma el secretario de Finanzas de la embajada de Japón en Argentina, Etsuro Ninomiya.
Antes de las elecciones presidenciales de octubre pasado en Argentina, el Gobierno de este país no quería dialogar con el Club de París, según Ninomiya. “En diciembre, el Gobierno argentino ha empezado a hablar otra vez. Quiere nuevas inversiones”, se esperanza Ninomiya, pero aclara: “La voluntad del Gobierno argentino de pagar la deuda va a estar relacionada con su nivel de reservas en el Banco Central”. De esa caja sacará el dinero Buenos Aires para abonar el pasivo en cuotas, pero también necesita las reservas para saldar otras deudas y para evitar devaluaciones.
El Estado japonés no se ha interesado por ahora en invertir en tierras en Argentina, como sucede con China, Arabia Saudí o Catar. Masakage explica que el consumidor japonés, por “impresión o sentimiento”, no quiere comer soja transgénica, que es la que se cultiva en Argentina. No obstante, la empresa agrícola japonesa Sojitz alquiló en 2010 11.000 hectáreas para producir soja argentina y vendérsela a China, donde tiene aceptación. En cinco años, Sojitz planea arrendar hasta 300.000 hectáreas.
El maíz argentino, en cambio, está empezando a interesar a los granjeros japoneses. Hasta ahora, ellos compraban en EE UU el cereal para alimentar a sus pollos, pero la superpotencia está restringiendo la oferta porque canaliza una parte de la cosecha a la elaboración del bioetanol. “Japón necesita diversificar sus proveedores. Antes los productores de pollos querían que el maíz fuera de EE UU, pero ahora probaron el argentino y les pareció bien”, explica Masakage. Es decir, algunos negocios, pese a los problemas, siguen fluyendo.




Lissette Garcia
RosasSinEspinas

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