Silvio Berlusconi ha logrado superar la moción de confianza con mayoría absoluta y seguirá gobernando Italia. A pesar del clamor de la calle, de la inédita unión de la oposición y de las grietas cada vez más profundas en su Gobierno, el primer ministro ha logrado reunir los 316 votos —la mitad más uno de la Cámara— que necesitaba para seguir en el poder. La oposición, que ha vuelto a quedarse fuera del Congreso para intentar dejar en evidencia la debilidad de Berlusconi, ha logrado justo lo contrario: ni unida ha vencido a un Gobierno desunido. Il Cavaliere, acosado por seis procesos judiciales y por una imagen política y personal cada vez más deteriorada, logra sin embargo prolongar su agonía. Y con la suya, la de todo el país.
La moción de confianza fue solicitada por el propio Berlusconi después de que, el pasado martes, no fuera capaz de aprobar las cuentas de 2010. Diecinueve de sus diputados ni siquiera se presentaron en el Congreso y dos de sus ministros —Economía y Federalismo— no participaron en la votación. El primer ministro, que necesitaba 291 votos para aprobar las cuentas y sacar adelante luego la ley mordaza, sufrió tal humillación que la oposición pensó que el final del calvario había llegado.
Al igual que hizo el jueves cuando Berlusconi defendió ante el Congreso la necesidad de seguir en el poder, la oposición ha decidido hoy quedarse fuera en la primera llamada de la votación. La estrategia perseguía un objetivo muy claro. Si Berlusconi no lograba reunir a los 316 diputados que forman la mitad más uno del Congreso, y por tanto el número mínimo que tiene que estar presente para que la sesión sea válida, quedaría claro —y de forma muy gráfica— que el primer ministro ya no tiene el respaldo natural para seguir en el Gobierno.
Hay que tener en cuenta que, en las elecciones de 2008, Berlusconi logró nada más y nada menos que 342 diputados, que se quedaron en 309 cuando, en el verano de 2010, Gianfranco Fini —el presidente del Parlamento— se fue de la coalición gobernante con otros 32 disidentes. Desde entonces, Il Cavaliere ya no tiene la mayoría, aunque ha logrado el apoyo puntual de siete de los hombres de Fini que se autodenominan “los responsables” y que le prestan el voto en aras de la gobernabilidad del país. La estrategia de la oposición también tenía una lectura inversa: si los partidos de la oposición habían decidido quedarse fuera es porque tampoco confiaban en tener la mayoría para vencer a Berlusconi.
A media mañana, la secretaría de la Cámara Baja emitió una nota en la que advertía que la frontera de la mayoría se situaba en los 265 diputados, por cuanto 50 de ellos habían justificado su ausencia por encontrarse fuera de Roma en “misiones institucionales”. La oposición bramó. El siempre locuaz Antonio Di Pietro, líder de Italia de los Valores, dijo que hasta los niños pequeños saben que la mitad de 630 —el número total de diputados— es 315 y que si Berlusconi no lograba superar esa cifra tendría que pedirle cita al presidente de la República. “Berlusconi”, explicó, “intentará inventarse otra berlusconada, pero ya es tarde. Los italianos ya están hartos y la rabia social está a punto de explotar”.
Tal vez para matar el tiempo, o para matar a Berlusconi de un infarto, sus ministros menos leales también empezaron a mentar la ruina. Umberto Bossi, líder de la Liga Norte y ministro para el Federalismo, dijo: “Si el Gobierno no llega a 316, Berlusconi tiene que ir a encontrarse con el presidente de la República [para poner el cargo a su disposición]”. También habló el ministro Gianfranco Rotondi, que dijo: “El Gobierno hará las reformas. Siempre que dentro de una hora exista el Gobierno…”.
Y una hora después, seguía existiendo el Gobierno. Un gobierno cada vez más débil y ridículo, pero con la mitad más uno del apoyo del Congreso.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
No comments:
Post a Comment