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Ha sido una semana negra para los usuarios de Blackberry. Un fallo en el sistema inició el lunes una situación inédita en el siglo XXI: el mono por falta de servicios informáticos. El martes se nos informó que el fallo afectaba a tres áreas: África, Europa y Oriente Próximo. Y el miércoles a mediodía, en plena celebración del Descubrimiento de América, Estados Unidos y Canadá cayeron de lleno en el apagón Blackberry.La noticia al fin saltó a la primera plana de periódicos, muchos de ellos fieles de iPhone y que se reían socarronamente de la angustiosa zozobra de la compañía líder en mensajería electrónica. En la madrugada del jueves todo se restableció y empezaron las odiosas comparaciones: "Es un mono peor que el de un yonqui". "Es como cuando se retrasa un avión contigo dentro". "La vinculación tecnoafectiva puede jugarnos malas pasadas". Todo es cierto, pero todavía más la gran revelación que ofrece este percance: no hay nada más aburrido que un móvil que es solo teléfono. Descubrimos que no nos llama tanta gente, que no nos mensajea casi nadie, que el mail malo, el spam, es adictivo y que sin redes sociales estamos tan solos como en el patio del recreo del instituto cuando no eres popular ni con aroma de líder.
El resbalón de Blackberry coincide con la campañita electoral y, aburridos, decidimos mirar hacia ella, descubriendo que los principales candidatos a la presidencia de nuestro país están fuertemente vigilados por un ejército de estilistas, igual que las actrices nominadas a un Goya. Rajoy parece confiar más en ellos que Rubalcaba. Se constató, entre otras cosas, en el desfile militar del 12 de octubre, que por primera vez fue trending topic y con importante audiencia televisiva, prueba quizá de que ya no viajamos tanto en este puente como en otros años.
Coincidieron los dos candidatos y hablaron de fútbol. Rajoy iba vestido en gris y con corbata de finas rayas azules, todo ello pagado por él, suponemos, y de manufactura española, porque también se les exigirá a los candidatos y futuros presidentes que vistan español como se les reclamaba que hicieran a la infanta Elena y a doña Letizia.
El traje de Rubalcaba, pagado por él, era oscuro, no sabemos si negro o ese azul profundo que encanta a los magnates para las cenas informales. La corbata sí era oscura, como noviembre. Durante la crisis Blackberry se publicó que el equipo de confianza del candidato socialista intenta, sin éxito, convencerle de usar corbatas menos góticas. Pero se ve que el exvicepresidente no cree en tonterías ni presagios. Es de la escuela de que una corbata es una corbata de la misma forma que una rosa era una rosa era una rosa para Gertrude Stein. No se anda con juegos. Rajoy parece ser más versátil o, como diría el juez Del Olmo, más zorro, astuto en el sentido de que está dispuesto a esperar en silencio, sin mucho esfuerzo, su mayoría absoluta.
Los mismos reportes que informan de la aversión de Rubalcaba a preocuparse por corbatas explican que Rajoy lleva cenando solo un yogur desde principios de primavera. Los efectos son evidentes, como también la presunción de que en el futuro, ya presidente, Rajoy lo meditará todo moviendo con calma la cucharita dentro del derivado lácteo. El suyo será el gobierno del yogur y el silencio en busca del tiempo perdido.
Rubalcaba no necesita dietas porque fue atleta y tiene la genética del pensador fibroso. Seguramente para contrarrestar las carencias deportivas en su aspecto, Rajoy ha fichado a una atleta polémica, Marta Domínguez, que hoy forma parte de ese creciente ejército de personas absueltas de algún delito en nuestra vida política. Curiosamente, la moderna práctica de sacar sangre y aislar su plasma para reinyectarlo en el organismo -y que dio lugar a la investigación que hizo más famosa a la futura senadora de Palencia- es frecuente en gabinetes de belleza. Al parecer, el plasma reinyectado activa las células adormiladas de la epidermis y las arrugas se alisan a sí mismas. Con el fichaje de Domínguez se puede pensar que cuando llegue la mayoría absoluta popular, el plasma ya no será reclamo de mejores televisores, sino de pieles lisas y fuertes, a prueba de recortes y peores noticias económicas.
El universo, que está en expansión pero atado a los designios de la informática, convive desde hace una semana con un fantasma muy vivo. El de Steve Jobs, cuyo rostro, liso y de mirada penetrante, te saluda cada vez que conectas con la pagina web de su empresa. Todos aquellos que emplean ordenadores y tabletas de la manzana tienen que saludarle varias veces al día. Mucho se tuiteó durante el apagón Blackberry que Jobs lo había urdido desde el más allá. Aquí en España, los estilistas de Rajoy y Rubalcaba podrían fijarse en el look minimal del fantasma cibérnetico. El fantasma no lleva nada que no necesite. Jersey de cuello vuelto, gafas redondeadas, alianza y barba entrecana, que comparten Rajoy y Rubalcaba. El menos look le aporta al fantasma la flexibilidad hábil para moverse entre aquí y el más allá. Ni en este mundo de apagones hacen falta trajes de rayas, ni en el más allá se precisan corbatas funerarias. Todo sin olvidar la mirada de Jobs, que parece confirmarnos la teoría física de que el vacío no es igual a la nada.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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