El fin de la extorsión del impuesto revolucionario y la catarata de detenciones policialesha dejado a ETA en mínimos históricos. Los apenas 50 terroristas que quedan en activo y en libertad, según fuentes de la lucha antiterrorista, se están viendo obligados a hacer economía de crisis ante el desplome de sus ingresos. "Está claro que como son pocos y no tienen actividad operativa, es decir, no están cometiendo atentados, sus gastos son menores, pero se ven obligados a hacer economía porque los ahorros no pueden ser indefinidos", asegura un alto mando policial. La banda ha sido forzada a esta política de ajustes al ver cómo se reducían sus arcas por su renuncia a seguir cobrando la extorsión del llamado impuesto revolucionario, su principal fuente de financiación, según han confirmado a EL PAÍS fuentes de la lucha antiterrorista.
ETA vive ahora de los ahorros y de las llamadas "aportaciones voluntarias" de quienes simpatizan con ella. La menor actividad operativa por la ausencia de atentados, así como la merma de efectivos, ha permitido a los terroristas afrontar la baja recaudación, pero el mantenimiento de 50 personas en la clandestinidad y las tareas de reorganización en las que está embarcada ETA les fuerza a mirar cómo gasta cada euro de sus ahorros. Unas reservas nada desdeñables: en el primer semestre del año pasado, la banda recaudó 3,1 millones de euros, según fuentes policiales. Cuando se pregunta a fuentes antiterroristas cuánto dinero tiene ETA o dónde y quién lo guarda, responden con cierta sorna que si lo supieran ya habrían ido a por ellos. Lo que tienen claro, eso sí, es que los terroristas hacen números y han recortado sustancialmente sus gastos, porque aunque solo sean 50 en la calle, esos 50 tienen que alquilar casas, comer, abonar la luz, moverse con frecuencia... y pagar en metálico. El dinero que tienen les daría para sobrevivir un año, según las mismas fuentes.
ETA ha vivido tradicionalmente del impuesto revolucionario que exigía a miles de empresarios vascos y navarros, fundamentalmente, y de lo que lograba de las aportaciones voluntarias y de lasherriko tabernas. Los cálculos que manejan los expertos antiterroristas es que en sus años de bonanza, en los noventa y principios de este siglo, ETA recaudaba unos 28 millones de euros anuales. Pero en esos mismos años, desarrolló una feroz actividad asesina, sostenía a decenas de terroristas y sus gastos estaban disparados. Los ingresos, no obstante, se desplomaron a raíz de la tregua de 2006. La penuria se hizo visible en las condiciones en las que sostenía a sus comandos, a los que llegaba a mantener acampados en el monte con apenas unos centenares de euros. Incluso se negó la acogida a varios jóvenes escapados para eludir las causas judiciales pendientes de la kale borroka.
Además, la banda empleó parte de su dinero en operaciones especulativas con dólares, que le supusieron fuertes pérdidas. Las compras de divisas se hicieron cuando aún mandaba Mikel Antza, detenido en marzo de 2004, pero ese dinero no se cambió a euros hasta finales de 2007 o principios de 2008. Entonces el euro estaba disparado y, al cambio, ETA perdió casi 100.000 euros. La inversión fue de unos 500.000 euros, según las fuentes.
Pero cuando de verdad se desplomaron las finanzas de ETA fue cuando confirmó en abril a los empresarios vascos y navarros que dejaba de cobrarles el impuesto revolucionario.La renuncia a la extorsión fue vendida por la banda como uno de los compromisos que adquiría para hacer creíble la tregua "general, permanente y verificable" que declaró en enero pasado (segundo paso tras la suspensión de las "acciones armadas ofensivas" que decretó hará mañana un año). Eso suponía que ETA cerraba su fuente de ingresos principal y que iba a vivir de los ahorros y de las "aportaciones voluntarias". Tocaba ahorrar.
Las fuentes antiterroristas, no obstante, explican que ese fin del impuesto etarra no excluía que la banda siguiera reclamando los pagos pendientes, es decir, las cantidades a plazos que, antes de ese anuncio, había negociado con algunos empresarios que habían manifestado sus dificultades para pagar la extorsión. Los servicios antiterroristas consideran que a uno de esos pagos correspondían los 48.000 euros que le fueron incautados en Francia a la etarra Ione Lozano Miranda, cuando fue detenida el pasado mes de marzo.
Esas mismas fuentes explican que ETA llegó a plantear, antes de renunciar al impuesto,pedir al Gobierno cuatro millones de euros para subsistir. Ninguna fuente oficial ha confirmado la existencia de dicha petición económica.
Los golpes de las fuerzas de seguridad, además de dejar a la banda en pésimas condiciones operativas, también han supuesto un serio revés a las finanzas etarras. La incautación de ingentes cantidades de material (especialmente de explosivo y de elementos para fabricar bombas, como la tonelada y media que perdió en el caserío de Legorreta) les ha llevado a hacer nuevas compras, pero tampoco eso les ha salido bien. Su última adquisición conocida la ejecutó en junio pasado Iñaki Domínguez Atxalandabaso en Italia, pero cuando regresaba a Francia fue detenido y se le incautó el material electrónico comprado, además de 2.000 euros y 500 dólares.
Esos mismos golpes policiales le han quitado en los últimos meses a la banda más de 70.000 euros en metálico. La mayoría de ese dinero (como los ya citados 48.000 euros en efectivo que transportaba Ione Lozano) iba destinado al sostenimiento de los 50 etarras, quizás unos pocos menos, que siguen libres (por más de 700 presos). Porque, aunque esté en tregua, ETA no ha parado de moverse, de reorganizarse. "No están quietos y siguen a lo suyo, por si acaso", afirman los mandos antiterroristas.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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