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México confía en una generación sin miedo a la derrota

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Oribe Peralta arrastraba la melancolía propia de los delanteros que no marcan. A escasas semanas de comenzar los Juegos Olímpicos de Londres, los porteros rivales veían en Peralta (Torreón, 1984) a un aliado más que a un enemigo. Los compañeros comenzaban a desesperarse en los entrenamientos: “¡Ya métela, güey!”. El seleccionador llevó a los muchachos a jugar al golf en busca de un ambiente más distendido. El nueve mexicano siguió igual de fallón con los palos, incapaz de atinar al hoyo. El pesimismo que rodeaba a aquella selección sub 23 se acabó cuando Peralta comenzó a hacer goles, su verdadero oficio, y enterró para siempre el sentimiento trágico de que los mexicanos juegan al fútbol para sufrir y perder. El Tri se juega este lunes el pase a octavos de final contra Croacia en Brasil agarrado al descaro de Peralta. El delantero comandará el ataque de los mexicanos. El seleccionador, el temperamental Miguel El Piojo Herrera, ya ha confirmado que repetirá el mismo once que en las dos primeras jornadas del Mundial, que se saldaron con una victoria ante Camerún (1-0, gol de Peralta) y un empate contra Brasil (0-0). Eso quiere decir que Peralta volverá a sentar en el banquillo a Javier Chicharito Hernández, hasta hace poco el niño bonito de la selección. A Peralta le apodan cepillo por su corte de pelo. Casado y con dos hijos, creció en un ejido, el de La Partida, en el norte de México. No es estrictamente un pueblo, sino una unión de tierras públicas entregadas a los campesinos tras la revolución. Con apenas 12 años ya jugaba en el equipo senior del lugar, llamado Los Vagos por la fama de ociosos que tienen los jóvenes que allí viven. La mayoría de los adolescentes de su época se echó a la bebida y el cigarrillo pero Peralta, “bien tozudo” según los que lo conocen, quiso seguir su camino. Recién fichado por el América tras cuatro años en el Santos Laguna, Peralta no jugará en la Premier League como Chicharito ni protagonizará anuncios de las grandes marcas de ropa pero cuesta encontrar a un solo mexicano que no quiera verlo esta tarde de titular. Croacia se antoja un rival de peso. Aunque a México le vale el empate para clasificarse, el buen papel de los croatas frente a Brasil pese a la derrota (3-1) y la goleada que propinaron a Camerún (4-0) hace pensar que el partido va a ser muy igualado. El cuadro de Niko Kovac baila al son que marcan los mediocentros Luka Modric e Ivan Rakitic. El punto final a las jugadas lo marca el delantero del Bayern, Mario Mandzukic. Kovac destaca el carácter agresivo de México pero le encuentra debilidades: “Por más que son peligrosos en la delantera, son vulnerables en defensa”. Los días previos al encuentro se han visto empañados por los desencuentros entre la FIFA y la Federación mexicana de fútbol. El máximo organismo tildó de homófoba la palabra que grita la hinchada mexicana cuando saca el portero rival: puto. La expresión es una manera ofensiva de referirse a los homosexuales. El director de la federación, Héctor González Iñárritu, quiso restarle importancia al asunto argumentando que se trata de una costumbre. El Piojo Herrera añadió que no se trata de “algo grave” y que solo tienen como objetivo poner nervioso al guardameta contrario. Herrera no es precisamente un hombre sensible y respetuoso con las preferencias sexuales de los demás. Como jugador, tras quedar fuera de la lista del Mundial de Estados Unidos 94, utilizó ese insulto hiriente para referirse al entrenador de entonces, Mejía Barón. Todavía el año pasado, Herrera dijo que este tenía un problema por “sus desviaciones sexuales”. La cadena deportiva ESPN anunció que silenciará durante la retransmisión este grito de la afición mexicana. Llegado el momento de sufrir, esta generación de jugadores mexicanos no se arruga. Atrás queda la época derrotista de los ratones verdes, un apodo que se inventó el periodista deportivo Manuel Seyde en los años sesenta para tomarse con humor el descalabro reiterado de los suyos. Los tiempos han cambiado. La madre del defensa Diego Reyes le dijo a su hijo que volviera de Londres con la medalla de oro o no lo dejaría volver a entrar en casa, según se narra el documental Oro: el día que todo cambió. Reyes cumplió. Peralta, con el gol como obsesión, está convencido de que están en la antesala de “hacer historia”. El chico que se fracturó la pierna a los 17 años, cuando estaba a punto de hacer unas pruebas con el Real Madrid, tiene los colmillos afilados. Lissette Garcia RosasSinEspinas

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