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Los leales de Sadam Husein vuelven a tomar las armas

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Los yihadistas del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) no están solos en su lucha contra el Gobierno de Bagdad. Después de once años de trabajo en la sombra, el brazo armado del ilegalizado partido Baaz ha salido a la luz para unirse al yihadismo más radical en la insurrección armada en la que ya se han hecho con gran parte del noroeste del país. La actuación llevada a cabo por los baazistas está resultando clave para la rápida expansión del levantamientoen las zonas de Irak con mayoría de población suní, secta del islam minoritaria en el país que tuvo las riendas del gobierno hasta la invasión de Estados Unidos y el pleno control de la sociedad a través de los miles de tentáculos del partido único. «De momento vamos de la mano porque el objetivo final es llegar a la capital y derrocar al gobierno. Cuando caiga Bagdad será el momento de sentarse y negociar la segunda fase de esta revolución», señala Ghanim Alabed, líder de las protestas desarrolladas en Mosul contra el actual jefe del gobierno, el chií Nuri Al Maliki. Aunque Alabed, como la mayoría de los partidarios del levantamiento suní, estos días se refugia en Erbil, en el Kurdistán iraquí. Izat Ibrahim al Duri, exvicepresidente del Consejo de Mando Revolucionario de Irak y sucesor de Sadam Husein al frente del partido tras la ejecución del primero, ha movilizado a los «Hombres del Ejército de la Orden de los Naqshabandi» para colaborar con armas y guerreros en el alzamiento. El «rey de tréboles» Al Duri, que ahora rondará los setenta años, es el «rey de tréboles» en la baraja que en su día confeccionó la Administración Bush con los «villanos de la guerra», los hombres del Baaz más buscados por los invasores. Hoy es el líder baazista de mayor rango que aún no ha sido capturado. En 2007, en la clandestinidad, adoptó el nombre de la corriente sufí del sunismo arraigada en esta zona de Oriente Medio –Naqshabandi– para bautizar a una milicia compuesta por leales a Sadam, exagentes de inteligencia, y veteranos de la Guardia Revolucionaria y del Ejército. «El Baaz no se ha vuelto religioso, pero las cosas han cambiado en los últimos años y la religión tiene más peso en estas zonas. Por eso ellos adoptaron el nombre de Naqshabandi. Dentro del alzamiento contra Maliki hay una decena de grupos, no todo es EIIL,aunque estos son los mejores haciendo propaganda, los más organizados en el terreno son los baazistas», nos relata el jeque Abdu Rahman al Obeidi, líder de una de las tribus más importantes de la región, que espera «con flores en la mano la llegada de los guerrilleros a Kirkuk», capital de una provincia actualmente dividida entre fuerzas kurdas e insurgentes. Un millón de afiliados El Baaz surgió en Irak en los años cincuenta como un movimiento político de principios laicos y progresistas integrado por devotos de la causa nacionalista árabe. Pero, con el paso de los años, y tras la victoria del golpe de estado de 1968, se convirtió en un instrumento en manos del régimen para perpetuar su control en todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos. Un monstruo de más de un millón de afiliados, queEstados Unidos se apresuró a ilegalizar tras la invasión, provocando de esa forma un repentino vacío de poder y la exclusión social de miles de personas que eran miembros forzados de un partido al que en los últimos años la gente se afiliaba más por obligación que por militancia. Aunque en sus últimos días Sadam Husein se volvió hacia el islam, como un intento desesperado de ganar más adeptos entre los iraquíes, la alianza de sus herederos con los yihadistas del EIIL resulta complicada. «De un momento a otro los extremistas serán un hierro en la espalda de los rebeldes y se convertirán en los mejores aliados de Maliki. Algo similar a lo ocurrido en Siria», opina Abdulrahman al-Rashed, responsable del canal Al Arabiya. De momento la alianza es militar y ha servido para hacerse con el control de Mosul, Tikrit y de las fronteras con Siria y Jordania en apenas dos semanas. En toda esa zona, los hombres de Sadam siempre han tenido gran influencia. Pero los problemas ya han comenzado en la gestión de las zonas de las que ha huido el Ejército. En lugares como Hawija, al sur de Kirkuk, se han producido choques entre Naqshabandi y EIIL. Según medios locales, al menos diez personas han muerto en estos combates entre grupos insurgentes ocurridos en el bastión Naqshabandi, donde el Ejército de Maliki mató a más de 50 personas en la disolución de un protesta el 23 de abril. Esa matanza fue un «punto de no retorno para los suníes: desde entonces todos tuvimos claro que tarde o temprano la cosa iba a estallar por el fuerte descontento», confiesa Rakan Saed, vicegobernador de Kirkuk natural de esa localidad. Hawija es un ejemplo de lo que puede ocurrir en el frente suní en el futuro próximo. No es la primera vez que se produce una alianza de estas características: en 2006 ocurrió algo parecido con Al Qaida y dos años después fueron los propios suníes quienes tuvieron que empuñar las armas contra el grupos terrorista para erradicar su presencia de las calles. Lissette Garcia RosasSinEspinas

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