Irak, al borde de la fractura

Once años después de que una invasión militar capitaneada por Estados Unidos derrocara a Sadam Hussein y apenas tres después de la retirada de los últimos soldados estadounidenses, Irak parece a punto de saltar en pedazos. Con los combatientes suníes del Estado Islámico de Irak y Levante cada vez más cerca de Bagdad gracias a su sangrienta ofensiva y las autoridades kurdas tomando de facto el control del territorio autónomo del norte ante la inoperancia del poder central, el peligro de desintegración del Estado iraquí se antoja inminente. El primer ministro de la región del Kurdistán iraquí, Nerchivan Barzani, se lo dijo claro a la BBC. «No creo que Irak vaya a permanecer unido después de lo que ha ocurrido en Mosul», la segunda ciudad del país, donde prendió la mecha de la acometida yihadista que ha dejado un reguero de centenares de cadáveres confirmados por las Naciones Unidas y al Gobierno del primer ministro Nuri al-Maliki contra las cuerdas. Los signos de descomposición del país son tan evidentes como la crueldad de los fanáticos del EIIL. La tensión entre suníes y chiíes terminó por explotar alimentada por la política excluyente hacia los suníes puesta en práctica por Al-Maliki, los insurgentes combaten con el Ejército regular iraquí en la ciudad de Baquba, a solo 60 kilómetros de la capital, y el mundo se estremece viendo como el EIIL ejecuta sin piedad a los militares «infieles» que caen en sus manos. A todo esto se suma la incorporación de antiguos leales del partido Baaz a los insurgentes y la desafección kurda. Barzani dejó claro a Maliki que no podrá contar con los guerrilleros kurdos peshmergas en su lucha por recuperar el control del país y le acusó directamente de haber provocado la actual situación con su maltrato a los suníes. A sus declaraciones se suman las informaciones que estos días hablan de que, ante el caos reinante, los kurdos han extendido su control a enclaves como Kirkuk, en la provincia de Tamim, rica en recursos petrolíferos, por la que mantienen un largo contencioso con los chiíes en el poder. Para el primer ministro kurdo, el único camino posible pasa por conceder autonomía política a la minoría suní. El atolladero de Obama Al presidente estadounidense, Barack Obama, la nueva combustión del laberinto iraquí le resulta un incómodo atolladero. Después de que la invasión ordenada por su antecesor y los esfuerzos por estabilizar al país se cobraran la vida de 4.500 de sus soldados, los estadounidenses ven estos días cómo el Ejército iraquí, en cuyo entrenamiento y equipamiento gastaron montañas de dinero, protagoniza una ignominiosa desbandada. Obama se debate entre la declarada oposición a volver a desplegar tropas sobre el terreno y la necesidad de evitar un nuevo foco de inestabilidad en una región crítica en la que Siria lleva ya más de tres años ardiendo. Después de haber enviado el portaaviones George H. W. Bush al Golfo Pérsico y a 275 militares para proteger su Embajada en Bagdad, Washington explicó que se baraja también la opción de los ataques aéreos y lleva a cabo contactos sin precedentes en más de treinta años con el Irán de Rohani, chií como Al Maliki, en busca de una solución. Pero la tesis que parece abrirse paso es la que expresan fuentes de la inteligencia israelí en el área. «Esto es una guerra civil entre chiíes y suníes, y más allá de eso es una guerra del islam contra el resto del mundo, algo con lo que nosotros no tenemos nada que ver». Lissette Garcia RosasSinEspinas