Un millón y medio de sirios han huido de la guerra y se han instalado en Turquía, Líbano, Jordania y Egipto. Desde que empezó la guerra civil en marzo de 2011 han malvivido en campos de refugiados con la esperanza de volver algún día a su país. Pero, a medida que el conflicto se enquista, cada vez son más los sirios que sueñan con huir a Europa en busca de una nueva vida. Y ni que decir tiene que sus actuales países de acogida están deseando librarse de ellos cuanto antes.
Turquía apenas puede lidiar con su medios millón de refugiados sirios. Antes estos esperaban en la frontera con la confianza de volver lo antes posible a su país, pero cada vez son más los que utilizan a Turquía solo como estación de tránsito para tratar de saltar a otro lugar.
Algunos, como Adil, tienen suerte: su formación como músico clásico le ha permitido, tras un año en Estambul, conseguir un trabajo estable en Alemania. Su salida de Siria no fue por motivos políticos, sino prácticos: «Las cosas se habían puesto muy complicadas en Damasco, y ya no podía trabajar de forma normal», nos dice. Pero la mayoría tratan de alcanzar Europa de forma clandestina, a través de las históricas rutas de Grecia o Bulgaria. O por las nuevas puertas de salida de Egipto y Libia, países sumidos en el caos político.
En su desesperada huida, los hay que incluso intentan salir nadando. Como los cinco sirios recientemente interceptados por guardacostas turcos cuando trataban de alcanzar a nado la isla griega de Mies, a unos siete kilómetros de la ciudad de Kas. Muchos se han ahogado intentando travesías similares a nado o en patera.
La ruta terrestre hacia Bulgaria es más segura: unos 5.000 sirios han cruzado ilegalmente desde Turquía desde principios de 2013. Para prevenirlo, las autoridades búlgaras han anunciado la construcción en la frontera de una valla de 30 kilómetros de longitud y tres kilómetros de altura.
Acampados en parques de estambul
Los más desamparados son los cientos de sirios que malviven acampados en los parques de Estambul. En los suburbios del oeste de la ciudad puede verse a decenas de niños sirios mendigando en los semáforos. Cerca de allí, sus padres conversan en las tiendas o tratan de conseguir trabajo (sin contrato) en los alrededores. En algunos casos, según los vecinos, roban. «Tenemos prohibido trabajar, porque no tenemos pasaporte ni documentos, y, por tanto, tampoco seguridad social», dice Ahmed Mustafa. «Los vecinos se portan bien con nosotros, y las autoridades nos dan comida y ropa. El problema es que no tenemos dinero para nada más. Si se pone enfermo el niño, ¿qué haces? Hay que pagar al médico, y en los hospitales públicos tampoco te admiten sin documentos», se lamenta.
Sabe bien lo que dice porque su hijo de corta edad duerme con fiebre en un sofá, en el almacén que Mustafa ha alquilado para él y los nueve miembros de su familia. «A la mujer de este chico, embarazada, la echaron del hospital a los tres días porque no podía pagarlo», dice, señalando a un joven del grupo. «No queremos ir a los campos de refugiados porque están dominados por los mismos que luchan en Siria. El peligro viene de todas partes, y nosotros no somos de su bando», explica Mustafa. «A mi sobrina la secuestraron en Damasco para pedir un rescate que no podíamos pagar», cuenta su amigo Jaled Turkmani.
Mustafa relata cómo su aldea quedó atrapada en la línea del frente, entre el Ejército y los insurgentes, y cómo murieron muchos de sus vecinos. Ellos decidieron marcharse, hace ya un año. «Nos quedaremos aquí hasta que acabe la guerra», dicen resignados. «Luego, cuando todo termine, regresaremos a Siria. Es nuestro país», afirman. El problema es que cada vez son más los que creen que nunca acabará.
Más desesperada, si cabe, es la situación de los sirios refugiados en Egipto. El golpe contra Mohamed Mursi ha dado un giro de 180 grados a su situación. Han pasado de ser queridos y protegidos a odiados y empujados a salir del país cuanto antes. Huyeron de una guerra y se encontraron con un golpe de estado.
Organizaciones como Al Gad, encargada de la acogida de refugiados, denuncia «una campaña mediática contra los sirios que está provocando una conducta racista de la sociedad egipcia», lamenta el doctor Ghiyath Barakat, uno de los responsables de esta ONG, que salió de Siria hace diez años para estudiar Medicina. En los medios públicos egipcios les acusan de alinearse con los Hermanos Musulmanes –Mursi fue uno de los grandes defensores de la revuelta siria– y los militares han realizado un llamamiento oficial para que se mantengan alejados de las zonas de protesta. Sensación de rechazo a la que hay que sumar las nuevas medidas restrictivas de las autoridades, que no esconden su interés en deshacerse de estos refugiados. Y el puerto de Alejandría se ha convertido ya en una de las principales puertas de salida.
Protestas de sirios en Ceuta y Melilla
LUIS DE VEGA / AGENCIASMADRID
Varias decenas de inmigrantes sirios presionan a las autoridades de Ceuta y Melilla para ser trasladados a la Península o a otros países de Europa. Todos han llegado a España escapando de la guerra que desde hace más de dos años sacude su país. La plaza de España de Melilla ha sido escenario en los últimos días de una acampada protesta protagonizada por decenas de sirios adultos y niños. Piden poder viajar a la Península o a otros países europeos. Todos han decidido regresar al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), aunque no descartan reanudar la protesta en las próximas horas, según José Palazón, de la ONG Prodein.
No se puede permitir «una feria en la plaza de España», ha llegado a decir el presidente de la ciudad, Juan José Imbroda, en declaraciones a Efe. El presidente entiende que tienen todas sus necesidades cubiertas en el CETI.
«Nadie les informa de que pueden pedir asilo. Se hace lo posible para que no lo pidan y solo les hablan de un salvoconducto» para viajar a la Penímsula, se queja Palazón. El caso es que, como él mismo reconoce, los sirios no quieren pedir asilo porque eso les impediría salir de España en caso de que les sea concedido. Han llegado a España de la mano de «grupos mafiosos de Marruecos que les cobran un buen dinero».
Un problema similar se vive en Ceuta, en cuyo CETI hay censados veinte adultos y siete niños sirios llegados a la ciudad autónoma también tras escapar de la guerra. Muchos tienen familiares residiendo en la Península, por lo que piden su traslado para poder vivir con ellos. Para lograrlo protagonizaron una acampada ante la sede de la Delegación del Gobierno entre el 14 y el 25 de octubre, pero finalmente accedieron regresar al CETI.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
No comments:
Post a Comment