El gobernador de Yakarta (Indonesia), Yoko Widodo, decidió poner fin esta semana al negocio de los monos enmascarados, «topeng monyet» , espectáculo habitual en las calles de la ciudad asiática. Los monos, que llevan máscaras hechas con cabezas de muñecos, pelucas y vestidos infantiles, son obligados a montar en bicicletas o en pequeñas motos y caminar erguidos sobre las patas traseras, atados con una cadena al cuello, mientras sus propietarios recogen las monedas que, al cabo del día, rara vez superan los cinco dólares.
En una serie de batidas llevadas a cabo desde el lunes, los policias se incautaron de más de veinte monos que se utilizaban en estos espectáculos callejeros y procedieron a ponerlos en cuarentena a la espera de encontrarles un nuevo destino, seguramente en el zoo de Ragunan al sur de Yakarta. Los cuidadores y entrenadores fueron compensados con 90 dólares por cada animal y, además, recibirán formación para que puedan encontrar un nuevo empleo.
Algunas asociaciones en defensa de los animales, como la Jakarta Animal Aid Network, aplaudieron la iniciativa por la que llevan luchando bastantes años, ya que, a pesar de que los espectáculos estaban prohibidos desde 2007 y podían ser castigados con penas de siete años de cárcel, seguían realizándose con total impunidad.
Maltrato en el adiestramiento
Los más de 300 monos que se utilizan en estos espectáculos grotescos viven encerrados y hacinados en jaulas de madera en el extrarradio de Yakarta, en la zona conocida como Kampung Monyet, o ciudad de los Monos, y son sometidos a duras semanas de entrenamiento. A fin de que caminen erguidos sobre las patas traseras son colgados con una cuerda alrededor del cuello, con las patas delanteras atadas, para que se mantengan de pie. Así permanecen durante más de 12 horas al día, en algunos casos sin ser alimentados. Después de este primer paso, los monos aprenden a montar en bicicletas o pequeñas motos, a saludar una bandera o a apuntar con una pistola de juguete.
Durante los entrenamientos, los monos son cruelmente golpeados y se les arrancan los dientes para que no puedan morder. Por ello, se calcula que un cuarenta por ciento muere en el periodo de adiestramiento que dura entre una semana o un mes, en función de si han nacido en cautividad o han sido capturados en la selva de Sumatra cuando eran bebés.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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