Andrés Manuel López Obrador se ha colocado en la ruta de la confrontación. La tarde del lunes, con más de quince millones de votos en las alforjas, pero lejos, a siete puntos porcentuales del ganador Enrique Peña Nieto, el candidato del Movimiento Progresista ha anunciado que impugnará la elección presidencial. “Sí, sí la vamos a impugnar", dijo a la prensa cuando se le preguntó si reclamaría los resultados si la autoridad electoral confirma el próximo miércoles los datos que lo sitúan a tres millones y medio del candidato ganador.
Acompañado de los presidentes de los tres partidos de izquierda que le hicieron su candidato, López Obrador dijo que la elección “a todas luces fue inequitativa y plagada de irregularidades”. El candidato de la izquierda denunció que hubo compra de votos en una operación que según él llevaron a cabo los gobernadores príistas y que habría implicado un gasto multimillonario. “Vamos a pedir transparencia total, limpieza de todo el proceso. Vamos a pedir la revisión de actas y, en algunos casos, el conteo de boletas”.
La postura asumida este lunes por el candidato de la izquierda ha caído como un jarro de agua fría en un país en el que muchos sectores se felicitaban por la baja cantidad de irregularidades y de incidentes en la elección del 1 de julio. Se asoma pues la posibilidad de un conflicto poselectoral, como el que en 2006 polarizó a la sociedad entera.
Paradójicamente, el ex jefe de gobierno del Distrito Federal ha sido el artífice para que la elección del domingo se salde con el Gobierno de dos Estados más y muchos puestos en la Cámara de Diputados para el Movimiento Progresista.
“Todavía no está dicha la última palabra. Vamos a actuar como siempre, de manera responsable”, dijo la medianoche del 1 de julio López Obrador al no reconocer el triunfo del PRI. El anuncio se dio después de reunirse durante horas con los notables de la izquierda, entre los que estaban el tres veces candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, el presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Jesús Zambrano, el líder informal de la izquierda Manuel Camacho Solís y el alcalde de la capital, Marcelo Ebrard.
El conflicto poselectoral de 2006 costó buena parte del capital político a López Obrador, quien alegó que hubo fraude después de quedar a 0,56% de votos del panista Felipe Calderón. Aunque ayer estaban presentes en la rueda de prensa donde López Obrador endureció su discurso para que se limpie la elección, los partidos de la izquierda deberán decidir la ruta a seguir, sobre todo después de que la tercera parte de los electores les haya depositado su confianza.
El problema es que cuando muchas veces se dijo que López Obrador era el candidato de “las izquierdas”, la frase encerraba una mal disimulada realidad de divisiones y añejas traiciones entre los personajes de las tres fuerzas que respaldaron la aventura electoral del tabasqueño: el PRD, el partido del Trabajo y el Movimiento Ciudadano. En uno de los primeros mítines de López Obrador de esta campaña, por ejemplo, el líder perredista Zambrano fue abucheado de manera grosera por los simpatizantes del candidato sin que este se inmutara.
Camacho Solís, uno de los personajes que tienen capacidad de diálogo y negociación con las distintas fuerzas de la izquierda, resaltaba el lunes que este “debe de ser un momento de refundación de la izquierda, la tercera parte del país está de acuerdo con un proyecto progresista”.
En declaraciones a EL PAÍS, Camacho Solís dijo por la mañana del lunes que las izquierdas han aprendido la lección. “En 4 ó 5 meses hemos podido hacer lo que no fuimos capaces en 4 ó 5 años. El liderazgo de AMLO ha salido fortalecido. Y también el PRD se ha beneficiado del excelente desempeño del candidato. La verdad es que nos necesitamos todos pero con nuevas reglas. Ganamos Tabasco, Morelos y, de manera contundente, el Distrito Federal. Representaremos la oposición a Peña Nieto en la Cámara de Diputados. Es el gran momento de la izquierda”.
Falta que el partido de la Revolución Democrática coincida con lo expresado por Camacho Solís. Algunos líderes del PRD creían hace un par de semanas que la elección marcaría la fecha en que el candidato, quien en los últimos años formó una estructura paralela denominada Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y el partido tomaran caminos separados. Pero a veces, como el domingo, un buen resultado complica los planes.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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