El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, llegó el lunes a La Habana con un doble objetivo: participar en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y llevar a cabo una visita oficial a la isla para terminar de recomponer una relación históricamente privilegiada, pero deteriorada en las tres últimas presidencias.
El PRI, hijo de la revolución mexicana, fue un buen aliado de la revolución cubana hasta los años 90, y el único país de Latinoamérica que no rompió nunca relaciones diplomáticas con el régimen de los Castro. Ahora quiere volver a ser su interlocutor privilegiado. Y situarse en primera línea de salida para aprovechar sus eventuales medidas de liberalización económica.
La intención de Peña Nieto quedó clara en un artículo que publicó este martes en el diario oficialista cubano Granma, donde aludía “a la gran afinidad que une a ambos países como base de una relación de amistad reiterada y privilegiada”.
No fue así en los últimos tiempos. En los años 90, con la firma por parte de México del Tratado de Libre Comercio con EE UU y su adopción de un discurso crítico ante la falta de libertades en la isla, la relación se deterioró. Y se congeló definitivamente tras la cumbre Iberoamericana de 1999 cuando la entonces secretaria de Exteriores, Rosario Green, se reunió con grupos opositores en La Habana y el presidente Ernesto Zedillo dijo ante Fidel Castro que “no puede haber naciones soberanas sin hombres ni mujeres libres”.
Durante la presidencia de Vicente Fox (2000-2006) los desencuentros se agravaron y, aunque las tensiones se relajaron con Felipe Calderón (2006-2012), el deshielo no llegó hasta el pasado otoño. En septiembre, el canciller mexicano, José Antonio Meade, visitó La Habana, y en noviembre su homólogo cubano, Bruno Rodríguez, viajó al DF, donde agradeció el respaldo contra el bloqueo y aseguró que los cambios en la isla eran una oportunidad para sus empresarios. El principal fruto de estos encuentros fue la condonación del 70% de la deuda que Cuba mantenía con México, unos 340 millones de dólares.
Peña Nieto lanzó en su intervención este martes ante el plenario de la cumbre, un discurso de contenido fundamentalmente económico, en el que apostó por elevar la productividad y hacer del continente una región más competitiva. Y ofreció una receta para ello: la integración a través de bloques, que es “la fórmula seguida por los países de mayor desarrollo”.
El presidente mexicano destacó el “clima de gran respeto”, pese a las “naturales diferencias por la pluralidad política”, en el que se desarrolla la cita. Pero, pese a su tono pragmático, también hizo concesiones a la utopía. “Soñar no cuesta nada. Estoy convencido de que el sueño es el punto de arranque para la concreción de grandes logros”. Y entregó a un amante de esa utopía, su homólogo uruguayo José Mújica, la Orden del Águila Azteca, la máxima condecoración de su país.
Además, el presidente mexicano mantuvo encuentros bilaterales con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, con quien habló de política energética, agroindustrial y aeroespacial, y con la de Argentina, Cristina Fernández de Kirchnner.
Concluida la cumbre arrancará la visita oficial en sí, con un homenaje a José Martí y una ceremonia de bienvenida en el Palacio de la Revolución. El presidente mexicano tenía previsto dirigir un mensaje a la prensa a las seis de la tarde, hora local, pero finalmente lo adelantó a las dos. El cambio de hora podría facilitar un encuentro con Fidel Castro y una foto que plasmaría el deshielo definitivo entre los herederos de la revolución mexicana y el padre de la revolución cubana.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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