Desde el pasado 24 de octubre, cuando Manolo Escobar falleció a causa de un cáncer de colon en su casa de Benidorm, Vanessa, la única hija del que fuera la estrella más querida de la canción española, no ha dejado de llorar. En estos últimos días Anita Marx, en cuidarla, protegerla y ayudarle está volcada en su madre, en los inevitables y engorrosos trámites burocráticos. Sin embargo, saca fuerzas de flaqueza y atiende nuestra llamada para contar cómo ella y Anita afrontan la pérdida de Escobar. En ocasiones incluso piensa que su padre volverá a cruzar la puerta de casa.
–Los españoles se han volcado con el fallecimiento de Manolo Escobar, ¿esperaba algo así?
–Nunca pensé que fuera a ser menos, porque, a lo largo de 35 años, he podido comprobar el cariño del público. Me imagino que si hubiera muerto en Madrid, tal vez la gente hubiera estado tres días visitando su capilla ardiente. Yo creo que es la consecuencia de haber sido un hombre bueno y generoso. En la vida, lo que das es lo que recibes.
–¿Se negó su madre que el cuerpo fuera trasladado a Madrid?
–Sí, fue ella la que se opuso. Quería algo más discreto, más íntimo. No se veía con fuerzas para más. Está agotada, porque lleva dos meses sin descansar. Ha perdido mucho peso. En el tiempo que estuvo en el hospital, mi madre apenas comía ni dormía.
–¿Dejó su padre instrucciones para cuando falleciera?
–Él dejó dicho que quería que le incineraran y también que le pincháramos para tener la certeza de que ya no estaba vivo. «Pinchadme y aseguraos de que he muerto de verdad», insistía. También quería que sus cenizas se repartieran en tres lugares: Almería, Benidorm y Barcelona. Y así lo haremos.
–Pese a su enfermedad, ¿alguna vez creyeron que el final estaba tan cerca?
–En los últimos momentos, sí. Él quería venir a casa a morir. Yo creo que notaba que su cuerpo estaba agotado y que no podía más. Como anteriormente había superado tantos momentos difíciles, siempre tuvo una esperanza. Hasta que no pudo más.
–¿Le ilusionaba a su padre que usted fuera cantante?
–No, no. Lo que quería es que hubiera estudiado Historia del Arte, por lo mucho que a él le gustaba la pintura. Soñaba con que cuidara de su colección y que compartiera su afición. Ahora me tendré que poner al día.
–¿No estaba al tanto de esa colección?
–La verdad es que yo no soy ambiciosa y nunca me preocupé de sus cuadros. Dice la gente que es una colección buenísima, sobre todo de arte contemporáneo. Pero, ya le digo, jamás he contado el número de obras ni he entrado en el ordenador para ver todo lo que hay.
–La verdar es que Manolo Escobar nunca se planteó el coleccionismo como una inversión.
–Es verdad, mi padre compraba cuadros por la estética, porque le gustaban. Lo que sí nos dijo es que nos los dejaría como un seguro de vida. Él compraba con el corazón.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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