Cientos de miles de islamistas, partidarios del depuesto presidente Mohamed Morsi, se están concentrando en ciudad Nasr, el feudo de los Hermanos Musulmanes en El Cairo. Al canto de "¡derrocar, derrocar al Gobierno militar!", miles de fieles han seguido el llamamiento realizado ayer por la cúpula de la hermandad para convertir el día santo del Islam, el viernes, en una jornada de rechazo al golpe militar del pasado miércoles. En la península del Sinaí, en la frontera entre Egipto e Israel, se han producido lanzamientos de granadas a los controles de seguridad de un aeropuerto y a una estación de policía cercana a la frontera con los territorios palestinos. Un soldado egipcio ha muerto y otros dos han resultado heridos, según fuentes de los servicios de seguridad egipcios. El Ejército se encuentra en alerta en la zona.
Este viernes por la mañana, un grupo islamista atacó con granadas el aeropuerto de El Arish y tres puestos de control militar aledaños, en la península del Sinaí, cerca del cruce a la Franja de Gaza. Mohamed Beltagy, secretario general del Partido Libertad y Justicia, al que pertenece Morsi, había dicho el jueves que a su entender “el problema ahora es la postura del mundo libre, que empuja al país a un estado de caos, que empuja a grupos que no son los Hermanos Musulmanes a volver a la idea de cambio a través de la fuerza”. En efecto, la hermandad se ha comprometido a mantener pacíficas sus protestas, pero hay otros grupos que pueden pasar al ataque por iniciativa propia.
También falleció este viernes un soldado egipcio en enfrentamientos con islamistas en Rafá, en la frontera con Gaza. La Alianza Nacional para Defender la Legitimidad, una amalgama de 11 grupos islamistas asociados con Morsi convocó las grandes protestas de hoy contra el golpe en varios puntos de El Cairo. Las principales se esperaban en las inmediaciones de la mezquita de Raba al Adawiya, en el distrito de Ciudad Nasser, donde ha acampado el grueso de seguidores de Morsi, armados con palos, bates y cadenas, y en los aledaños a la universidad de El Cairo, en Giza. Desde temprano en la mañana las fuerzas armadas han sobrevolado la capital egipcia con cazas y helicópteros, como han hecho en los pasados días.
Por la noche, los generales enviaron un comunicado en el que descartaron tomar medidas contra ningún grupo opositor, dando indicaciones de que no cargarán contra los partidarios de Morsi. La excepción, dijeron, sería un abuso del derecho a manifestarse, “incluido el bloqueo de calles; el impedimento de servicios públicos; la amenaza a la paz social o al interés nacional, o el daño de la seguridad y la economía”. “Las fuerzas armadas creen que la magnánima naturaleza y modos de la ciudadanía egipcia, y sus eternos valores islámicos, no nos permitirán recurrir a la venganza”, añadieron.
Los Hermanos Musulmanes han visto en las pasadas 48 horas no solo como se deponía al Presidente electo y se anulaba la constitución de corte islamista que este impulsó, sino también cómo se arrestaba a sus dirigentes, incluido el líder supremo Mohamed Badie. Calculan los socios de esa cofradía que hay en detención más de 20 de sus cabecillas. La fiscalía y el nuevo Gobierno han dado indicaciones de que se pueden presentar cargos contra ellos por varios motivos, entre ellos incitar a la violencia en el asalto a la sede de los Hermanos Musulmanes en El Cairo el pasado domingo. Entonces una turba de opositores atacó, incendió y saqueó el edificio. Murieron ocho personas, sin que las fuerzas del orden intervinieran.
A Morsi se le investiga por lo que un oficial definió lacónicamente el jueves como “insultar al poder judicial”. Durante su año en el poder, el Presidente depuesto tuvo muchos enfrentamientos con jueces y fiscales. El año pasado intentó sin éxito aprobar un decreto que le hubiera conferido poderes casi absolutos y le hubiera permitido evitar el escrutinio judicial, algo que provocó huelgas de jueces y fiscales.
El jueves por la mañana el nuevo Presidente tomó posesión de su cargo. Se trata de Aldi Mansur, presidente de la Corte Constitucional Suprema. No tiene constitución a la que atenerse porque el Ejército ha anulado la anterior. Ahora, las fuerzas políticas y militares negocian para elegir a un Ejecutivo de transición que abrirá la vía a un nuevo proceso constituyente y a elecciones parlamentarias y presidenciales.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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