Paso a paso, con el respaldo de gran parte de la población, el Gobierno turco está logrando acabar con la injerencia de los militares en el campo político. La reunión anual del Consejo Militar Supremo comenzó ayer en Ankara con una novedad: la preponderancia del Gobierno civil sobre las Fuerzas Armadas. Algo que en otras democracias se da por sentado, supone una revolución para el sistema político turco, acostumbrado a décadas de tutelaje castrense. La renuncia, el viernes, de la cúpula militar -hecho nunca ocurrido en la historia de la Turquía moderna- y el reemplazo efectuado de modo fulgurante han reforzado la posición del Gobierno, que por primera vez llevará la batuta en una reunión donde se deciden los nombramientos en el Ejército. Aupado sobre su contundente victoria electoral de junio, el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan podría ascender en el escalafón a una nueva generación de comandantes más afines al Gobierno que sus predecesores.
Las condiciones no podrían ser más propicias para este cambio. En primer lugar, 42 altos mandos, una décima parte de los comandantes del país, se encuentran en prisión imputados por diversas intentonas golpistas. Además, entre los candidatos a los ascensos de este año se encuentran 17 uniformados sospechosos de estos mismos cargos, cuyas promociones serán, previsiblemente, revocadas por el Gobierno. Finalmente, el interlocutor del Gobierno, el general Necdet Özel -ascendido in extremis al puesto de jefe del Estado Mayor, tras la dimisión de su predecesor, el general Isik Kosaner-, es conocido por sus escasas apetencias políticas. Si se suma a ello que Özel presidirá la reunión, por primera vez sin los comandantes de los Ejércitos de Tierra, Aire y Marina, las cosas se aventuran un poco más fáciles para un Gobierno que lleva años intentando desplazar a las antaño todopoderosas Fuerzas Armadas de la arena política.
Durante décadas, los militares arbitraron la política turca arropados por una gran parte de la población, que los consideraba guardianes de los sacrosantos valores nacionales heredados del general Mustafá Kemal,Atatürk. Principios como la laicidad y la unidad nacional fueron invocados por los uniformados en las asonadas de 1960, 1971, 1980 y 1997. Sin embargo, el cambio generacional, la aproximación a la Unión Europea y la llegada de un Gobierno islamista moderado (AKP) con un amplio apoyo popular, fueron poco a poco arrebatándoles el poder. "En el pasado, cuando a un general no le gustaba un Gobierno lo forzaba a salir. Ahora vemos cómo se retiran, lo cual es una señal de que la democracia turca está avanzando", asegura el analista Mustafá Akyol.
La renovación generacional del Ejército podría facilitar el cambio de la Constitución golpista de 1982 por una más democrática. Pero ese relevo generacional tampoco está exento de obstáculos. Muchos expertos opinan que una vez conseguido el alejamiento de los militares de la escena política, el Ejército necesita una profunda reforma interna. "La nueva Constitución debería permitir la supervisión de los gastos de las Fuerzas Armadas y del currículo de las escuelas militares. Es esencial crear un sistema educativo que enseñe a los futuros oficiales que interferir en la política es un delito", escribía ayer el analista Ergun Babahan en el diario digital Today's Zaman.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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