Tonterias y distracciones, por, Jorge Ramos
Publicado Por:Unknown
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A primera vista, la beatificación del papa Juan Pablo II, la boda real en Inglaterra y el debate en torno al acta de nacimiento del presidente Barack Obama son, simplemente, distracciones. En ninguno de los tres casos nuestra vida se afecta.
Son, como me dijo un twitero, “armas de distracción masiva”. ¿Son noticia? Sí, pero se trata de eventos absolutamente irrelevantes para nuestra existencia diaria. En nada nos toca que el príncipe William y Kate Middleton ya estén casados, que Karol Wojtyla sea beato o que un grupito siga creyendo equivocadamente que Barack Obama nació en Kenya.
En los tres casos estamos hablando de espectáculos públicos preparados por la familia real británica, el Vaticano y los birthers (un grupo ultraconservador que duda que Obama haya
nacido en Estados Unidos). Podrían haber sido asuntos totalmente privados, casi íntimos. Pero sus protagonistas decidieron llevarlos a la esfera mediática y, por lo tanto, son shows. Uno político, otro monárquico y uno más religioso. Shows al fin.
Pero detrás de cada show hay un asunto mucho más grave.
Cuando se sintió obligado a presentar su acta de nacimiento en la Casa Blanca, el presidente Obama comparó el ambiente político con un “carnaval” y dijo que el asunto era, en realidad, una “tontería”. Nunca ha existido la duda que Barack Hussein Obama II nació en
Hawaii el 4 de agosto de 1961 a las 7;24 pm. En su nacimiento en el hospital Kapiolani de la isla de Oahu, para más datos, su madre (de Kansas) tenía 18 años y su padre (africano) 25.
Todo esto ya se sabía hace dos años y medio cuando Obama hizo pública una versión digital y más corta de su acta de nacimiento. Sin embargo, el tema ha cobrado fuerza por extremistas interesados en quitarle legitimidad a la presidencia de Obama.
Una de las primeras fue la excandidata a la vicepresidencia, Sarah Palin, quien dijo que los norteamericanos tenían el derecho a cuestionar su lugar de nacimiento porque era un “asunto válido” (fair play). Luego el empresario Donal Trump lo hizo más grande. Trump –adelante en varias encuestas entre precandidatos republicanos a la presidencia- lo discutió en varios medios
de comunicación para llamar la atención…y lo logró. Obama cedió a la presión e hizo pública la versión larga de su acta de nacimiento. (Aquí está http://bit.ly/icnhWP) En el fondo, se trata de descalificar al presidente Obama, por su origen, por sus inclinaciones políticas y por motivos electorales. Pero esto es lo más serio; no importa cuántos certificados presente Obama –ya lleva dos- todavía habrá quienes no lo reconozcan como el presidente legítimo del país. Ningún mandatario norteamericano ha tenido que pasar por esto
antes.
Ahora vámonos al Vaticano. Detrás de la beatificación exprés de Juan Pablo II –a solo 6 años de su muerte y ante un supuesto milagro, nunca comprobado- hay un claro rechazo por las
miles de acusaciones de abuso sexual contra sacerdotes durante su papado.
Independientemente de la solemne y conmovedora ceremonia el primero de Mayo en Roma, es imposible olvidar que durante el pontificado de Juan Pablo II hubo una política
sistemática de protección y encubrimiento a miles de sacerdotes pederastas. La gran mayoría de ellos nunca fueron denunciados judicialmente ni terminaron en la cárcel.
Resulta impensable y ridículo que los niños que fueron víctimas sexuales de sacerdotes católicos durante el pasado pontificado ahora, como adultos, se pongan a rezarle al nuevo beato Juan Pablo II. Sin duda, él pudo haber evitado muchos de estos casos pero por negligencia o ignorancia no lo hizo. ¿De qué sirve pedirle a Juan Pablo II tras su muerte que proteja a los más débiles cuando en vida no lo hizo?
Y terminamos con la boda real en Londres. Más allá del gigantesco espectáculo televisivo a nivel mundial –el anillo que no entraba, los dos besos y las interminables comparaciones con
la boda de su madre, la princesa Diana- el matrimonio del príncipe William resalta lo absurdo e inútil de las monarquías en pleno siglo 21.
Las familias reales ya no son necesarias para mantener unido a un país ni para darle continuidad a una cultura. Son, simplemente, historia. Y su lugar es en el pasado no en nuestro
presente. Fiscal y socialmente son una carga. Aunque nos diviertan y distraigan con sus magnificados problemas, ya no sirven. Punto. Su función social se ha agotado.
Al final de cuentas, los espectáculos públicos creados en torno a una boda real, a una beatificación y a un falso debate sobre un acta de nacimiento, esconden asuntos mucho más importantes y relevantes para nuestras vidas.
O quizás, otra forma de verlo, es que los periodistas podemos hacer que llueva en cualquier fiesta.
Jorge Ramos
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