Es una especie de hito histórico: tres de los éxitos en los Top 10 en la música pop de la semana pasada tienen estribillos que no se pueden poner en radio sin censura y cuya letra original no se puede imprimir. Las tres son variaciones de una familiar, enfática, cortante mala palabra inglesa que empieza con "f'', y cuyo significado tampoco se puede traducir.
La mala palabra está en el título de dos de las canciones, usada en el imperativo por Cee Lo Green y como un participio adverbial por Pink. La canción de Green fue nominada para un premio Grammy, y al ser nombrada en la televisión se usó la ingeniosa frase The Song Also Known as ‘Forget You (La canción también conocida como Forget You).
La canción de Pink, una balada de autoayuda que recuerda a las personas inseguras que ellas no tienen que ser (enfáticamente) perfectas, tiene también una versión libre de malas palabras. Hay una versión para radio del éxito de Enrique Iglesias con el discreto título de Tonight (I’m Lovin’ You) (Esta noche (te voy a amar). Pero fue lo directo de su estribillo original --antes del cual Iglesias canta I don’t mean to be rude (No quiero sonar grosero) lo que llamó la atención de todos hacia la canción.
¡Por supuesto que él quiere sonar grosero! Las canciones de la música pop se pelean por la atención de los oyentes en una carrera armamentista de sentimientos, ardides, manipulación sonora y estrategias de promoción. Para Iglesias, cambiar el cariñoso eufemismo usual de la música pop por el verbo francamente físico no pudo ser más calculado, ya que como buen lover-boy de la música pop, Iglesias decidió que la vulgaridad de la expresión atraería a más fans de los que la rechazarían. Fue un golpe bajo que funcionó. (El sacó asimismo un video clip que transcurre en un club de desnudismo, con mujeres con los senos al aire en una jaula).
A pesar de que la letra original no se puede imprimir ni transmitir por radio o televisión, está claro para todos que las versiones obscenas de las canciones van a ser escuchadas. La inocencia obligada de las transmisiones ya no son una protección cultural, sino que han pasado a ser apenas una molestia.
"La internet interpreta la censura como un daño y le da la vuelta'', dijo en frase famosa el activista de la libertad de internet John Gilmore en 1996, y canciones de éxito con estribillos que giran alrededor de una mala palabra pueden estar seguras de ser accesibles en internet. El valor de impacto es viral, y probablemente ayuda a vender.
Prohibidas por la Comisión Federal de Comunicaciones como transmisiones indecentes, las canciones originales conceden un leve sentimiento de rebelión a los que hacen clic en las versiones para adultos en YouTube o en iTunes. Las canciones tienen una doble vida: la versión transmitida para los no iniciados o los despistados, y la escabrosa para los que están al tanto del asunto. Al escuchar a una estrella de la música pop que canta malas palabras, los consumidores de la cultura de masas se pueden sentir incluidos.
Cuando Green cantó recientemente en Madison Square Garden, sirviendo de telonero a Prince, ni siquiera cantó su obsceno estribillo. El sólo sonrió, apuntó el micrófono a la multitud y dejó que miles de fans lo gritaran en su lugar. Green pudo darse el lujo de no decirla, y el público se dio el gusto de gritar la palabra prohibida.
Por supuesto, no está exactamente prohibida. Está en todas partes: libros, películas, comedias, programas de canales de cable, Twitter y conversaciones en las escuelas. Puede atribuirse al realismo de después de la Segunda Guerra Mundial, cambios demográficos, bravatas, la libertad, la permisividad, los poetas Beat, la década de 1960, la música hip-hop, la internet, la decadencia de la civilización occidental, o a la conjunción de todo eso. Decir malas palabras en público se ha vuelto más una regla que una excepción, a veces incluso en ocasiones formales.
Bono lo hizo en los premios Grammy y los Golden Globe; Melissa Leo lo hizo en los premios Oscar.
Pero los Top 10 de la música pop son una especie de última frontera. Sus placeres se multiplican con el tamaño de su público; se supone que se escuchen en la radio de los carros, que estimulen el deseo de cantar a coro, que se reconozcan como algo que su creciente audiencia tiene en común. Es algo que tiene que llamar la atención, primero de los árbitros de la moda y de los que abren las puertas, y luego a los que simplemente escuchan música sin darle mucha importancia, y tiene luego que recompensar esa atención, hacer que los fans se sientan como participantes en un terremoto. El placer aumenta mientras más se comparte, hasta que llega el momento de la saturación.
La visibilidad produce vulnerabilidad. Los padres y otros guardianes de la moral se han preocupado por mucho tiempo de los efectos de la música pop en los niños, sobre el uso de melodías insidiosamente pegajosas para colar frases malvadas en mentes juveniles que no pueden defenderse a sí mismas de la exposición a la radio. Las agencias reguladoras han apoyado esta preocupación.
El F.B.I. investigó por obscenidad la canción de los Kingsmen Louie, Louie en la década de 1960 (y la declaró finalmente "ininteligible a cualquier velocidad''). En 1967 los Rolling Stones tuvieron que hacer cambios a Let’s Spend the Night Together (Pasemos la noche juntos) en el programa de Ed Sullivan. A fines de los años 90, una estación radial de Arizona fue multada por transmitir Erotic City de Prince: tal vez, lo mismo que muchos oyentes, el D.J. pensó que una palabra que se repetía era funk. No lo era.
Tanto Green como Iglesias y Pink ganaron su ventaja competitiva al abrir una brecha relativamente temprana en el decoro (transparente y en gran medida ilusorio) de la música pop. Pero el efecto sorpresa aburrirá pronto, aun si las estaciones de radio nunca transmiten nada que incluya malas palabras. Al lanzar la bomba de las malas palabras, esta pierde su efecto al mismo tiempo; aparezcan o no un par de imitadores en los próximos meses, acabará siendo tan potente como una pistolita de juguete.
Lissette Garcia
RosasSinEspinas
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