La UE acentúa los recortes a los funcionarios para contentar a Reino Unido

Las largas horas de negociación del presupuesto europeo arrojarán poca luz sobre si lo acordado favorece o no a Europa en su conjunto. En cambio, cada jefe de Estado y de Gobierno sabrá con exactitud qué victoria ha obtenido (o al menos cuál debe proclamar) en esta compleja batalla por los fondos. Así son las cuentas de la UE: la mejor traducción a cifras del espíritu europeo pero con una lectura claramente nacional. En esa clave, los líderes negocian el primer presupuesto que plantea un retroceso del gasto, en este caso respecto al periodo 2007-2013. Con las cuentas nacionales en franco retroceso, todos los países asumen, con mayor o menor agrado, el discurso que lideran Alemania y Reino Unido: que el gasto debe bajar en el horizonte de 2014-2020. España vive como un mal menor esa realidad, pues aún recibe de las arcas comunitarias más de lo que aporta y el maná europeo sirve para amortiguar los fuertes recortes nacionales en inversión productiva. En este escenario de austeridad, la principal incógnita consiste en ver cómo se concreta el as que ha sacado de la manga el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, para animar la negociación: un fondo dedicado a paliar el paro juvenil. Con el triste récord que supone aportar el mayor número de parados de Europa (alrededor de seis millones), el Gobierno español confía en poder recibir alrededor de un tercio de ese fondo, unos 900 millones de euros de un instrumento que en principio podría arrancar con 3.000 millones para toda la Unión Europea. Pero más aun que la cifra, al Ejecutivo de Mariano Rajoy le preocupa si se tratará de fondos nuevos o de reasignación de otros ya previstos. Es decir, si los 900 millones son netos adicionales o provienen de otras partidas asignadas (por ejemplo, de fondos de cohesión destinados a proyectos que Europa ya no cree prioritarios, como las infraestructuras). Junto a ese nuevo instrumento, España espera consolidar el cheque de 2.750 millones que logró en la cumbre de noviembre, la primera dedicada a discutir el presupuesto. Con ese dinero, más 500 millones en política agrícola, se amortiguaba el impacto de los recortes que aplicaba Van Rompuy a la propuesta de la Comisión Europea (80.000 millones de euros). Pero el nuevo tijeretazo de 15.000 millones que planea sobre las cuentas deja en el aire la posibilidad de que España logre salvar los muebles. Más allá de los datos, la solución que ha encontrado Van Rompuy para acomodar el resultado de la cumbre a los deseos de cada Estado es en buena medida contable. Todos los cálculos presupuestarios se hacen en función de los compromisos de gasto, no del gasto real, que siempre es inferior porque hay proyectos que no llegan a desarrollarse (o no en el plazo previsto) por diversos motivos. Para contentar a Alemania y Reino Unido, los Estados podrían acordar ahora un recorte mayor en el gasto real y menos acentuado en los compromisos, de forma que cada país se acogiera al resultado que más le conviniera para valorar lo conseguido. Ese remedio cosmético entraña un riesgo: crear una brecha entre el horizonte de gasto asumido y el desembolso real que, en el momento en que los proyectos pendientes se materialicen, genere un déficit en las cuentas europeas, algo prohibido por ley. Es una de las advertencias que ha lanzado el Parlamento, muy crítico con el desarrollo de la negociación. En este caso, la visión de los eurodiputados no es retórica; por primera vez desde que existen cuentas comunitarias, la Eurocámara tiene derecho de veto sobre el marco presupuestario. La otra clave de la negociación consiste en acentuar el recorte ya planteado para la función pública europea. Los 1.000 millones de euros menos que preveía la Comisión podrían quedar en el doble, según las fuentes consultadas, de forma que Reino Unido y Alemania puedieran exhibir ante sus opiniones públicas que la marea de la austeridad ha alcanzado también a la euroburocracia. Aunque se trata de cifras simbólicas —los gastos de administración apenas suponen un 6% de las cuentas comunitarias—, los recortes en ese capítulo se perfilan como la herramienta clave para cuadrar el círculo de las cuentas comunitarias. Lissette Garcia RosasSinEspinas