Dos de las más grandes figuras dominicanas del espectáculo permanecen abandonadas en cementerios de Francia, se trata de Porfirio Rubirosa la más grande figura del Jet Set internacional que ha dado la República Dominicana, y la gran María Montéz máxima exponente de nuestro país en la pantalla gigante
Ambos personajes, llenaron toda una época, fueron piezas que sirvieron de plataforma para darnos prestigio cada cual por su lado pero siempre con la elegancia que le caracterizó.
La historia de Rubirosa es altamente conocida, de él dijo Truman Capote en su novela inconclusa Answered Prayers, que el principal atributo de Rubi era una "macana café con leche de once pulgadas, tan grueso como una muñeca de hombre". Su constante estado de erección le ganó el apodo de "siempre listo". Cuando le preguntaron que comparara el miembro de Rubirosa con los zapatos número 11 usados por el escritor, reconoció que los zapatos eran más pequeños.
El hecho de que fuera estéril no afectó a Rubirosa. Al contrario, esto hizo que las mujeres saltaran a su cama. Evidentemente, también dominaba los puntos delicados de la técnica de la seducción sexual.
Rubirosa era bajito, como 5 piés 9 pulgadas y delgado. Aunque no poseía la belleza de un ídolo de matinee, "exudaba una sensación de romance y aventura", y era latino. Una testigo recuerda que "hasta en una casa elegante (como la de Zsa Zsa Gabor) todavía prefería comer nada más que un gran plato de arroz y frijoles". Aunque no nació rico, nunca tuvo un empleo a tiempo completo. "La mayoría de los hombres ambicionan ahorrar dinero", dijo una vez Rubirosa. "La mía es gastarlo".
María Montéz en cambio Contrajo matrimonio dos veces. La primera en su pueblo natal con el banquero irlandés William McFeeters, el 28 de noviembre de 1932, que era el representante en Barahona del First National City Bank of New York y con quien estuvo casada casi siete años, hasta su partida a Nueva York.
Su primer trabajo en New York fue posar para la portada de una revista por la suma de US$50.
McCleland Bracly, famoso pintor neoyorkino, la conoció a través de la prensa. Desde entonces comprendió que nadie encarnaría mejor que ella el prototipo de la mujer cosmopolita, cuyas características raciales no son específicas de ninguna región del mundo en particular. Así él no tuvo que superponer distintos tipos raciales para ejecutar su obra de arte.
A la develización del cuadro de Barclay, siguió una repentina avalancha de ilustradores, fotógrafos y agencias de modelaje. Todos con estupendas ofertas para la escultural dama que no era tan joven como aparentaba. Según el original de su acta de nacimiento cuando llegó a New York, el 3 de julio de 1939, tenía 27 años y no 19, como dicen algunos libros de cine.
El éxito alcanzado es sólo relativo. La primera en reconocerlo es ella misma.
María recibe una llamada de parte de uno de sus informantes, para comunicarle que el señor George Schaeffer, importante ejecutivo de la RKO, se hallaba en la ciudad y almorzaría en el Restaurant 21. Montéz llega con mucha anticipación al restaurante, muy bien vestida, en compañía de su agente Louis Schurr.
Ella se acogió a su acostumbrado acto coquetil, sonriendo bellamente, ladeando la cabeza retozona, y riendo alegremente. Al efectuar su pedido al camaremo, Schaeffer, no pudo evitar el observar su acentuada belleza extranjera, y pronto envió una tarjeta de negocios a su mesa.
Luego el empresario preguntó a la joven si aceptaría someterse a unas pruebas de cine. Ella exclamó: ¡Películas! ¿Qué daño pueden hacerme?
Un sabueso, empleado de Joe Pasternark, directivo de la Universal, rival de la RKO Radio Pictures, se valió de su astucia para ver las pruebas de cine que Schaeffer propusó a María. Este hombre tuvo la pericia de adivinar el potencial subyacente en Montez. Le hizo a Louis Schurr una oferta razonable: la contratación de los servicios de su cliente con el sueldo de US$150 semanales, el pago de viaje a Hollywood y otras prestaciones.
Cuando María arribó a Hollywood, no permitió que el lujo de sus ambientes deslubrarán sus sentidos, por el contrario, tuvo la valentía de afirmar:
Si Hollywood es la ciudad del espectáculo, yo ofreceré el mío.
El ministerio de cultura de Republica Dominicana debe encaminar esfuerzos para que los despojos mortales de Porfirio Rubirosa que reposan en el Cementerio de Marnes la Coquette, a 12 kilómetros de París, Francia, mientras los de Maria Montéz estan en en el Cementerio de Montparnasse ( 3, Boulevard Edgard - Quinet, 75014 París, Francia ), sean devueltos a la patria como parte del patrimonio nacional.
La tumba de Porfirio Rubirosa como pueden ver en esta foto, es simple no a la altura de la figura que representó como el más grande Playboy del siglo XX sino como la de cualquier ciudadano de cuarta categoria.
Está hecho nuestro llamado, de Jose Rafael Lantigua y del gobierno dominicano dependerá ahora comenzar la tarea con los familiares y la cancilleria
Hasta nuestro proximo comentario
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Bolivar Balcacer |
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